Tecnica Samurai - Capitulo 3
LA INCREÍBLE
TECNICA DEL SAMURAI
Había
pasado una semana desde que padre e hijo se abrazaran para sellar el primer
paso en la madurez Samurai de Kan. La puesta en marcha de la creación
de su guardia personal de Siete Samurais.
Estos siete días Kan se había pasado preguntando a todos sus amigos si
querían
convertirse en Samurais, pero sólo
uno, su más íntimo
amigo Goku se había
unido a él.
El pesar de Kan era profundo, él sabía que no había nada más maravilloso en este mundo que ser un
Samurai, la exquisita habilidad, la pureza de espíritu y el desahogo económico
que vivían
era lo que todo el mundo buscaba alcanzar. Pero parecía que el joven aprendiz de Samurai no era
capaz de convencer a nadie de que el suyo era el mejor camino para alcanzar
esas metas.
Así
que apesadumbrado decidió preguntar
a su padre. En ese momento su padre tenía un enorme ejército de Samurais, todos perfectamente
entrenados. Un ejército
capaz de trabajar en equipo como si de una sola persona se tratara.
Kan fue a ver a su padre Kazo y se encontró
con que estaba hablando a todo su ejército. Estos estaban en formación,
por columnas de Siete. El número
perfecto.
Eran cientos de Samurais todos en perfecta formación.
Sus limpias armaduras relucían
frente al claro sol. En el mango de sus espadas katanas, envainadas en su
cintura, lucían
sus cargos y méritos.
Adornos de oro, plata y diamantes lucían por doquier. Sus miradas seguras
reflejaban una formación
perfecta y años
de experiencia acumulada.
La voz de su padre recorría las filas llenándolas de orgullo mientras cientos de
miradas de respeto y admiración
se dirigían
al unísono
hacia su general.
La voz cálida, grave y penetrante de su padre cesó y
al unísono
surgió un
grito de victoria de la garganta de los Samurais.
Kazo se retiró mientras Aki, el primero de su guardia
personal de Siete Samurais tomaba el mando de la reunión y dejaba que el viejo Samurai
descansara.
El Manual del Samurai parte 3 de 10
En menos de un momento, Kan sintió la
mano de su padre en su hombro, señal de que tenía que estar más alerta y ser más rápido. El día que él fuera capaz de poner su mano primero en
el hombro de su padre, ese día
sería
todo un Samurai. Mientras tanto sólo era un aprendiz.
- Padre, he fallado! - pronunció
por fin el joven Samurai - no he podido crear mi guardia personal de Siete
Samurais, no puedo alcanzar la fuerza del equipo. Sólo mi amigo Goku se ha unido a mí y
sé
que sólo
ha sido por amistad.
- Hijo, no has fallado - la mirada de Kazo comunicaba
comprensión, él
había
pasado por lo mismo hacía
mucho tiempo - sólo
has empezado, y todavía
te falta mucho por aprender.
- Sí
padre, pero yo he hablado con todos mis amigos, les he contado las maravillas
que haceis tú y
tus Samurais, el espíritu
de trabajo en equipo, el honor... todo! y sabes lo que he conseguido? - el
rostro de Kan se enrojeció de
vergüenza
e ira - Me miran con cara extraña,
me dicen que eso no es posible, ¡Qué son cuentos e ilusiones de un crío!
Pero yo sé
que es verdad, lo he visto con mis propios ojos y hay cosas que ya se hacer. ¿Cómo
puedo convencerles padre? ¿Cómo
puedo hacer que se unan a mí?
Kan guardó silencio, su padre le miró y
vio en sus ojos una mirada de fe absoluta. Naturalmente Kazo, como padre suyo,
podría
hacer el trabajo por él,
reclutar y adiestrar a esos Siete Samurais, pero entonces su hijo no aprendería.
No, debía
ser él
mismo quien lo hiciera, y el viejo Samurai debía enseñarle el camino a su hijo igual que con
cada uno de los cientos de soldados Samurais que había formado durante todos estos años.
- Hijo, con cuántas personas has hablado?
- Con muchas padre. Quince, quizás
veinte.
- Y de veinte personas has conseguido que una, Goku,
diera el primer paso para convertirse en Samurai?
- Sí
padre... pero me faltan seis.
- Pues has tenido éxito mi querido Kan, aun sin saber
trabajar correctamente. Acuérdate
de la historia de los pescadores de ostras, Stauros para conseguir sus siete
ostras con perla necesitó
pescar cien ostras. Así,
para conseguir a tus Siete Samurais tendrás que hablar con más de cien personas.
- Son muchas padre... sin embargo lo haré,
hoy mismo lo haré!
- No debes precipitarte hijo. Si hablases todos los días
con tanta gente descuidarías
tus obligaciones. Lo primero que debes hacer es organizarte. Fija un horario.
Reparte tu tiempo a lo largo del día. Dedica unas horas a hablar a la gente
sobre las ventajas de ser Samurai, otras a practicar tus habilidades, otras a
adquirir habilidades nuevas, otras a enseñar lo que sabes a tu equipo y por último
acuérdate
de descansar para recuperar fuerzas. A última hora del día haz un balance del día.
Analiza lo que has hecho y medita sobre cómo podías haberlo hecho mejor. Y lo más
importante, el último
día
de la semana analiza todo lo que has hecho y busca los defectos o fallos que
puedas encontrar en tus actos, tu forma de actuar y de pensar. Anótalos
y haz un plan de acción
para remediarlos la semana siguiente. El Samurai ha de intentar ser cada vez
mejor!
- Si me fijo un horario - dijo pensativo el hijo -
podré
actuar más
eficientemente y me costará
menos ponerme a hacer las cosas, porque la propia fuerza de la costumbre me
empujará a
hacer esa tarea. ¿No
es así
padre?
- Exacto hijo - El viejo Samurai estaba muy orgulloso
de su hijo, con sólo
doce años
ya era toda una promesa. Aprendía
muy rápidamente
y ponía
todo de su parte para que así
fuera. Sin duda algún día
superaría
en méritos
a su padre. Ese sería
el mejor regalo que Kan pudiera hacerle a su anciano padre.
- A partir de ahora me organizaré. Y
me pondré
pequeños
objetivos que cumplir. Así
cuando los alcance sabré
que he actuado correctamente.
- Sabes como se caminan mil leguas hijo mío?
- No, eso es mucha distancia ¿Cómo?
- Pues paso a paso, mil leguas no son más
que muchos pequeños
pasos que unidos hacen una distancia descomunal. La única forma de recorrerla es un paso detrás
de otro. Si lo hacemos así,
dividiendo la distancia a recorrer en noventa días y cada día en ocho horas de camino, y cada hora en
sesenta minutos... descubriremos que sólo habremos de dar cinco pasos en un
minuto durante tres meses para llegar a recorrer mil leguas. ¿Te
parece mucho dar cinco pasos en un minuto?
- No padre! - dijo riéndose el aprendiz de Samurai - ¡Es
muy fácil
dar cinco pasos en un minuto! ¡¡¡Mira
como los doy!!! - Y levantándose
dio cinco pasos, se dio la vuelta y dio otros cinco pasos hacia su padre - Ves
diez pasos en un minuto y todavía
tengo tiempo para descansar!!!
- Pues de esta misma forma habrás
de trabajar querido hijo, poco a poco, organizadamente y sin pausa. Hazlo así y
en menos tiempo de lo que crees tendrás tu propio equipo de Siete Samurais!
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