Capitulo 4: EL
INCREIBLE GOLPE DEL SAMURAI
Había
pasado una semana desde que padre e hijo se abrazaran para sellar el primer
paso en la madurez Samurái
de Kan. La puesta en marcha de la creación de su guardia personal de Siete
Samurais.
Estos siete días Kan se había pasado preguntando a todos sus amigos si
querían
convertirse en Samurais, pero sólo
uno, su más íntimo
amigo Goku se había
unido a él.
El pesar de Kan era profundo, él sabía que no había nada más maravilloso en este mundo que ser un
Samurái,
la exquisita habilidad, la pureza de espíritu y el desahogo económico
que vivían
era lo que todo el mundo buscaba alcanzar. Pero parecía que el joven aprendiz de Samurái
no era capaz de convencer a nadie de que el suyo era el mejor camino para
alcanzar esas metas.
Así
que apesadumbrado decidió
preguntar a su padre. En ese momento su padre tenía un enorme ejército de Samurais, todos perfectamente
entrenados. Un ejército
capaz de trabajar en equipo como si de una sola persona se tratara.
Kan fue a ver a su padre Kazo y se encontró
con que estaba hablando a todo su ejército. Estos estaban en formación,
por columnas de Siete. El número
perfecto.
Eran cientos de Samurais todos en perfecta formación.
Sus limpias armaduras relucían
frente al claro sol. En el mango de sus espadas katanas, envainadas en su
cintura, lucían
sus cargos y méritos.
Adornos de oro, plata y diamantes lucían por doquier. Sus miradas seguras
reflejaban una formación
perfecta y años
de experiencia acumulada.
La voz de su padre recorría las filas llenándolas de orgullo mientras cientos de
miradas de respeto y admiración
se dirigían
al unísono
hacia su general. La voz cálida,
grave y penetrante de su padre cesó y al unísono surgió un grito de victoria de la garganta de
los Samurais.
Kazo se retiró mientras Aki, el primero de su guardia
personal de Siete Samurais tomaba el mando de la reunión y dejaba que el viejo Samurái
descansara.
En menos de un momento, Kan sintió la
mano de su padre en su hombro, señal de que tenía que estar más alerta y ser más rápido. El día que él fuera capaz de poner su mano primero en
el hombro de su padre, ese día
sería
todo un Samurái.
Mientras tanto sólo
era un aprendiz.
- Padre, he fallado! – pronunció por fin el joven Samurái – no
he podido crear mi guardia personal de Siete Samurais, no puedo alcanzar la
fuerza del equipo. Sólo
mi amigo Goku se ha unido a mí y
sé
que sólo
ha sido por amistad.
- Hijo, no has fallado – la mirada de Kazo comunicaba comprensión, él
había
pasado por lo mismo hacía
mucho tiempo – sólo
has empezado, y todavía
te falta mucho por aprender.
- Sí
padre, pero yo he hablado con todos mis amigos, les he contado las maravillas
que hacéis
tú y
tus Samurais, el espíritu
de trabajo en equipo, el honor…
todo! y sabes lo que he conseguido? – el rostro de Kan se enrojeció de
vergüenza
e ira – Me
miran con cara extraña,
me dicen que eso no es posible, ¡Qué son cuentos e ilusiones de un crío!
Pero yo sé
que es verdad, lo he visto con mis propios ojos y hay cosas que ya sé
hacer. ¿Cómo
puedo convencerles padre? ¿Cómo
puedo hacer que se unan a mí?
Kan guardó silencio, su padre le miró y
vio en sus ojos una mirada de fe absoluta. Naturalmente Kazo, como padre suyo,
podría
hacer el trabajo por él,
reclutar y adiestrar a esos Siete Samurais, pero entonces su hijo no aprendería.
No, debía
ser él
mismo quien lo hiciera, y el viejo Samurái debía enseñarle el camino a su hijo igual que con
cada uno de los cientos de soldados Samurais que había formado durante todos estos años.
- Hijo, con cuántas personas has hablado?
- Con muchas padre. Quince, quizás
veinte.
- Y de veinte personas has conseguido que una, Goku,
diera el primer paso para convertirse en Samurái?
- Sí
padre…
pero me faltan seis.
- Pues has tenido éxito mi querido Kan, aun sin saber
trabajar correctamente. Acuérdate
de la historia de los pescadores de ostras, Stauros para conseguir sus siete
ostras con perla necesitó
pescar cien ostras. Así,
para conseguir a tus Siete Samurais tendrás que hablar con más de cien personas.
- Son muchas padre… sin embargo lo haré,
hoy mismo lo haré!
- No debes precipitarte hijo. Si hablases todos los días
con tanta gente descuidarías
tus obligaciones. Lo primero que debes hacer es organizarte. Fija un horario.
Reparte tu tiempo a lo largo del día. Dedica unas horas a hablar a la gente
sobre las ventajas de ser Samurái,
otras a practicar tus habilidades, otras a adquirir habilidades nuevas, otras a
enseñar
lo que sabes a tu equipo y por último
acuérdate
de descansar para recuperar fuerzas. A última hora del día haz un balance del día.
Analiza lo que has hecho y medita sobre cómo podías haberlo hecho mejor. Y lo más
importante, el último
día
de la semana analiza todo lo que has hecho y busca los defectos o fallos que
puedas encontrar en tus actos, tu forma de actuar y de pensar. Anótalos
y haz un plan de acción
para remediarlos la semana siguiente. El Samurái ha de intentar ser cada vez mejor!
- Si me fijo un horario – dijo pensativo el hijo –
podré
actuar más
eficientemente y me costará
menos ponerme a hacer las cosas, porque la propia fuerza de la costumbre me
empujará a
hacer esa tarea. ¿No
es así
padre?
- Exacto hijo – El viejo Samurái estaba muy orgulloso de su hijo, con sólo
doce años
ya era toda una promesa. Aprendía
muy rápidamente
y ponía
todo de su parte para que así
fuera. Sin duda algún día
superaría
en méritos
a su padre. Ese sería
el mejor regalo que Kan pudiera hacerle a su anciano padre.
- A partir de ahora me organizaré. Y
me pondré
pequeños
objetivos que cumplir. Así
cuando los alcance sabré
que he actuado correctamente.
- Sabes cómo se caminan mil leguas hijo mío?
- No, eso es mucha distancia ¿Cómo?
- Pues paso a paso, mil leguas no son más
que muchos pequeños
pasos que unidos hacen una distancia descomunal. La única forma de recorrerla es un paso detrás
de otro. Si lo hacemos así,
dividiendo la distancia a recorrer en noventa días y cada día en ocho horas de camino, y cada hora en
sesenta minutos…
descubriremos que sólo
habremos de dar cinco pasos en un minuto durante tres meses para llegar a
recorrer mil leguas. ¿Te
parece mucho dar cinco pasos en un minuto?
- No padre! – dijo riéndose el aprendiz de Samurái – ¡Es
muy fácil
dar cinco pasos en un minuto! ¡¡¡Mira
como los doy!!! – Y
levantándose
dio cinco pasos, se dio la vuelta y dio otros cinco pasos hacia su padre –
Ves diez pasos en un minuto y todavía tengo tiempo para descansar!!!
- Pues de esta misma forma habrás
de trabajar querido hijo, poco a poco, organizadamente y sin pausa. Hazlo así y
en menos tiempo de lo que crees tendrás tu propio equipo de Siete Samurais!
CONSTRUYENDO EL TEMPLO
Había
pasado otra semana desde que Kan hablase con su padre, había
estado muy ocupado aprendiendo y practicando. Se había organizado todo el día
minuto a minuto sin dejar de lado los tiempos de descanso y distracción.
Sólo
había
pasado una semana y gracias a su organización había rendido como si hubiera trabajado un mes
entero sin descanso.
Se habían
unido dos personas más a
su equipo de aprendices de Samurai. El primero había sido un amigo de la niñez
que no veía
desde hacia muchos años.
Enseguida se apasionó
con la vida del Samurai y se unió a él.
El otro era un viejo guerrero con el que se había
topado por el camino a casa una tarde lluviosa. Charlaron por el camino y
cuando el nuevo amigo de Kan le preguntó que era en lo que ocupaba su tiempo. El joven
Samurai le impresionó
diciéndole
que era parte de un inmenso equipo de Samurai. Al principio Uter "el
Guerrero" se rió
del joven aprendiz, diciendo que si todos los "Terribles Samurai"
eran como él...
pocas guerras podían
ganar. Kan se sintió
ofendido, pero reconoció
ante el experimentado guerrero que él era sólo un aprendiz recién
incorporado, y le contó
algunas de las aventuras de su padre. Uter, al escuchar esto y ver la
sinceridad en la mirada de Kan y la seguridad con la que contaba hazañas
increíbles,
decidió
que como poco tenía
que darse la oportunidad de probar. Ya era un hombre maduro, y le parecía
irrisorio estar a las ordenes de un niño de doce años... sin embargo calculó
que con que aprendiera sólo
la mitad de las hazañas
que le relataba Kan, la cosa merecería la pena.
Ahora Kan tenía una responsabilidad mucho mayor, tenía a
tres personas a las que enseñar.
Empezó
repitiendo palabra por palabra lo que había aprendido en los últimos
días
a cada uno de los miembros de su pequeño equipo.
A continuación, entusiasmado fue a ver a su padre para
preguntarle lo que debía
hacer.
- Hijo - Le contestó el General de generales - debes empezar a
construir tu templo.
Kan le miró extrañado.
- Sí
hijo, debes construir un gran templo que refleje tu sabiduría y
tu poder. Pero primero has de aprender a construirlo.
- Kazo sentó a su hijo en sus rodillas
- Hace tres lunas que has cogido una pala y te has
puesto a escarbar tú
solo en la dura tierra...
Kan no salía del asombro ante las palabras de su
padre, el no había
cogido ninguna pala y menos escarbado. Esperaba que no se le hubiera pasado
ninguna importante obligación
por alto!
- ...Te has puesto a escarbar porque lo primero que
hay que hacer antes de construir un templo es crear los cimientos.
- La cara del viejo Samurai reflejaba un amor que
reconfortaba a su hijo y le incitaba a escuchar atentamente - en estas dos últimas
semanas se han unido a ti un total de tres personas que hasta el momento te han
animado a escarbar mejor y más rápido.
Sin embargo, lo que necesitas es que esas personas te ayuden a escarbar unos
cimientos sólidos
y profundos. Para que así tu
templo sea fuerte y resistente frente a los elementos. Si ellos no te ayudan, tú sólo
lograrás
crear un pequeño
agujero en la tierra sobre el que construir una débil sombra de un templo, una sombra que se
derrumbará en
cuanto soplen los primeros vientos.
En la mente de Kan iba empezando a brillar la llama de
la comprensión y
el entendimiento.
- Para que tu templo sea resistente no sólo
han de ser de primera calidad sus materiales, sino que también
sus cimientos han de ser sólidos
y estar fijados sobre la dura roca que se encuentra a muchos metros enterrada
en la tierra. - La grave voz del Samurai penetraba en la imaginación
de su hijo creando imágenes
de él y
sus Samurai escarbando sonrientes y en equipo en la tierra, poco a poco pero
cada vez más rápido
- Para ellos necesitas a mucha más gente que tú y tu guardia personal de tres personas,
incluso que una guardia personal completa de Siete Samurai. Necesitas que toda
una tropa te ayude a escarbar los cimientos de tu templo. Necesitas llegar a la
dura y sólida
roca "madre" para que tu templo sea lo más sólido posible.
Kan estaba asustado, su mirada se perdía
por toda la habitación, ¡una
tropa entera!
- Padre, ¿Cómo puedo reclutar y formar a una tropa
entera? ¡Yo
solo no puedo!
- Hijo, recuerda... no estás solo, ahora cuentas con tu tropa
personal para que te ayude. ¿No
les has enseñado
todo lo que sabes?
- Sí
Padre, día a
día.
- Entonces... que les impide a ellos hacer lo mismo
que tú
haces...
- ¿Hacer
qué
padre?
- ... enseñar a otros nuevos Samurai!
- Pero... entonces... ya no serían
mi escolta personal, tendrían
su propia escolta personal y... ¡Claro! ¡Seríamos toda una tropa!
- Exacto, tu debes encontrar a tus Siete Samurai,
ahora tienes tres aprendices que quizás no se conviertan en Samurai, sin embargo
puede ser que sí se
conviertan en verdaderos Samurai mientras enseñan a otros a convertirse en Samurai. - El
viejo Samurai sacó
una moneda de su bolsa y la puso en el centro de la mesa. - Esta moneda eres tú
hijo mío.
- Ahora cuentas con tres personas más. - tomó otras tres monedas y las dispuso en círculo,
dejando a la moneda que representaba a Kan en el medio. - Formáis
un equipo de 4 personas, pero si cada uno de tus tres aprendices de Samurai
tomara a otros tres aprendices a su cargo y les enseñara... - Kazo tomó nueve monedas más y las dispuso en un círculo
más
amplio alrededor del existente. - Entonces ya seríais un equipo de 13 personas. - Kan miraba
con curiosidad las monedas - ¿No
son más
poderosas 13 personas que 4?
- Sí
Padre, creo que lo entiendo.
- Ahora mira lo que pasa si en vez de tres aprendices
cuentas con Siete Samurai - Kan sacó ocho monedas de su bolsa, dispuso una en
el medio, apartada del grupo de 13 monedas y dispuso las otras Siete formando
un círculo
alrededor de la central - Este del medio serás tú, hijo mío, cuando seas un verdadero Samurai y
estas monedas representan a tus Siete Samurai - Kazo resaltó
este hecho - Este es el equipo perfecto, por el que todos hemos de luchar para
alcanzar.
- ¿Por
qué
Padre? - Preguntó
intrigado Kan.
- Siete hijo mío es el número perfecto, sobre todo para los
equipos. Si un equipo es mayor de Siete, es muy difícil de controlar y de formar, es difuso
como el aire pues siempre hay partidismos. Y si es menor de Siete, siempre está
incompleto, nunca existirá
verdadera unión y
camaradería
porque si uno sólo
falta, el equipo es débil.
Sin embargo! Si existe un equipo de Siete Samurai
todos están
unidos, los lazos de camaradería y
la amistad se hacen casi irrompibles y su trabajo en equipo es perfecto. Ya lo
decían
los antiguos... ¡SIETE
SAMURAI PUEDEN MOVER EL MUNDO!
manual
Kan reflexionó sobre las palabras de su padre, era
cierto su equipo de tres personas era muy débil, no existía verdadera camaradería y
pasión
en los asuntos que trataban y si fueran demasiados, veinte o más
sería
un caos intentar enseñar
algo a todos. Sin embargo un equipo de 7 personas sería perfecto, estarían unidos como un grupo de amigos mientras
trabajan, y serían
fuertes ante cualquier ataque.
- Ahora imagínate que cada uno de tus Siete Samurai
adiestra a su propia guardia personal de Siete Samurai - Kan extrajo un gran puñado
de monedas y las fue colocando una a una en una sobre la mesa, alrededor de las
Siete monedas que representaban a los Siete Samurai de Kan - Todas estas
personas serían
también
parte de tu equipo, y cada uno de tus Samurai sería el capitán que dirige su propio equipo... ¿Cuántas
personas hay ahora en tu tropa Kan? - Dijo señalando el enorme círculo de monedas.
- Son 57 personas Padre ¡Toda una tropa!
- Exacto, una tropa dividida en 49 soldados, 7
capitanes y un pequeño
general... tú.
Kazo hizo una pausa para que todos esos números
entraran en la cabeza de su joven hijo Kan. La diferencia saltaba a la vista.
El pequeño círculo
con 13 personas y el gran círculo
de 57 samurai, un número
que ya representaba poder y fortaleza.
- Esta Kan, es la tropa que necesitas para hacer los
cimientos de tu templo... - El viejo Samurai miró con ternura a su hijo, debía
entender bien esta importante lección si quería ser un verdadero Samurai en un futuro
cercano... si no lo consigues tu templo será frágil como una hormiga. Sin embargo cuando
lo consigas... tu templo será
tan sólido
como la roca, y ningún
huracán
será
capaz de doblegarlo.
Kan miró pensativo los dos montones de monedas,
desde el primer día
se había
jurado a sí
mismo y a su padre que trabajaría
para convertirse en un verdadero Samurai, y ahora que entendía
la importancia de la lección
que le acababa de dar su padre... ¡Tenía que ponerse en acción!
- Padre! debo dejarte, tengo que llamar a todos mis
Samurai para contarles lo que tú me
has explicado. ¡Quiero
formar el templo más sólido
del mundo! - Y de un salto marchó corriendo a ponerse en acción!
Su padre le siguió con la mirada pensando que pronto, muy
pronto su hijo le habría
superado... y ese pensamiento le llenó de orgullo el corazón.
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