Capitulo 5: EL SEMBRADOR
Las Negras Nubes se esparcían caóticamente por el horizonte. El viento húmedo
no traía
buenos presagios y hasta un extraño aroma parecía calar en los tristes pensamientos de
Kan.
El pobre se debatía desolado por vientos mucho peores que el
gélido
y húmedo
viento de su exterior. Su espíritu
estaba viviendo un verdadero huracán de emociones encontradas.
Hacía
exactamente un mes que había
ingresado como Aprendiz Samurái. Él,
que era el hijo del más
poderoso de los Samurais, el mismo General de Generales, había
creído
que el ascenso sería fácil.
Sin embargo, el día a
día
le había
ido venciendo poco a poco.
Una curiosa metamorfosis se había
desarrollado en su interior. El primer día, justo después de entrar a formar parte del Equipo de
los Samurais, se había
sentido pletórico,
cargado de energía y
dispuesto a comerse el mundo, pero esta energía había descendido día a día, había menguado primero haciendo que sus aspiraciones
se fueran reduciendo y, finalmente, haciéndole pensar que quizás él,
Kan, quizás
no era lo suficientemente bueno para ser un Samurái. Quizás quedase como Aprendiz o Caballero
durante toda su vida, o quizás
abandonase el ejército
y probara otra profesión,
aún a
riesgo de defraudar a su padre, pero lo cierto es que él ya no se veía con fuerzas para continuar. Una gran
sensación
de desánimo
se había
adueñado
de él y
ya apenas recordaba cómo
la vana ilusión
de un niño
aquella pletórica
energía
que había sentido
cuando su padre le entregó su
maravillosa katana.
El Joven y desilusionado aprendiz bajó
los ojos hacia su hermosa espada katana, aquella que había
sido el máximo
exponente de su Orgullo ahora, irónicamente, se había convertido en el exponente de su vergüenza.
Sólo
unos pocos días
después
de haberse hecho aprendiz había
corrido a ver a sus antiguos amigos, totalmente pletórico les había enseñado su trofeo “Katana” que construía su magnifico orgullo. Esperaba haber
sido felicitado por haber conseguido llegar a ser aprendiz, pero en vez de ello
había
recibido una dura burla y sátira
que le habían
herido en lo más
hondo. “¿Y
qué si
eres aprendiz? Hasta que no seas Samurái no eres nada” Habían dicho algunos. “Ten cuidado, no juegues con esa espada o
te cortarás
por imbécil”
habían
dicho otros. “¿De
verdad que te has ganado esa espada? Yo creo que la has robado, mejor será
que la devuelvas a su verdadero dueño antes que lo descubra y te de una
paliza. Los Samurais son señores
muy especiales ¿Quién
te crees que eres? Eres sólo
un niño
vulgar, no digas mentiras, sólo
serás
un mimado toda tu vida. Nunca serás un Samurái, para eso hace falta ser muy especial, y
tú no
lo eres”. “¿Samurái tú?
Ja!”
El corazón de Kan le dolía profundamente, estaba allí,
encima de ese enorme risco mirando al mar agitado sin verlo. ¡Le
había
dolido tanto!
Al principio no lo había querido reconocer, pero ese dolor se había
almacenado en lo más
profundo de su alma, poco a poco había alimentado una creciente inseguridad.
Cada vez que alguien le decía
que no quería
ser un Aprendiz de Kan porque sólo
era un niño,
el joven samurai había
recordado las terribles palabras de sus amigos y la duda había
crecido poco a poco enraizándose
en su alma. ¿Y
si tenían
razón? ¿Y
si eran más
sabios que él o
si sabían
algo que él
no sabía?.
Quizás
era demasiado joven y por eso la gente no le tomaba en serio, o quizás
era cierto que era sólo
un niño
mimado y lo había
visto todo demasiado fácil.
Quizás
era cierto que la vida es demasiado dura… y no merecía la pena vivirla.
Las lágrimas
de Kan recorrían
toda su cara, la prueba había
sido demasiado dura para un niño
de su edad y él
ya no podía más
con aquella carga. ¿Qué
hacer? No podía
reconocer ante su padre que había
fracasado, no podía
abandonar sin una salida honrosa o se reirían de él durante toda su vida. ¿Qué
salida honrosa le quedaría? ¿Cuál
sería
la última
medida que habría
de tomar?
En ese momento su mano sintió el, en otro tiempo, seguro tacto de su
Katana. Quizás
aquella arma podría
ser su salvación,
quizás
podría
tomar la salida que otros guerreros habían tomado antes que él
cuando todo se había
perdido, quizás
ya no merecía más
la pena luchar y debería
abandonar este mundo dejándolo
el honor de haberse sabido rendir a tiempo. Kan había visto este ritual en antiguos dibujos,
sería
enormemente doloroso cortarse su propio estómago y dejarse morir pero… ¿Qué
otra opción
quedaba si no había
sido capaz de triunfar y sólo
le quedaba la humillación
de la derrota?
Lo último
que Kan sintió
fue el frío
acero de su Katana en su estómago,
un ciego dolor en su corazón y
las lágrimas
inundando los ojos antes que el último hálito de vida abandonase su cuerpo, cegando
su vista y sus sentidos.
El viejo labrador miró con tristeza a sus pies, allí
estaba ese joven desconocido que había visto desde el pie del acantilado
arrodillado y con aquella espada entre sus manos. Sólo era apenas un niño y
había
decidido quitarse la vida. ¿Qué
malignas fuerzas podrían
provocar tal cosa? ¿Qué
extraño
impulso humano podría
causar que tantos se rindiesen cuando apenas habían empezado a luchar?
Tales preguntas cruzaron por la mente del anciano
mientras se limpiaba la sangre con que se había manchado la camisa al agarrar el cuerpo
del muchacho para llevarlo al cementerio de sus tierras.
El lugar era siniestro y bello al mismo tiempo, las lápidas
de otros muertos hace mucho plagaban el lugar concediéndole una santidad inigualable. Una luz
blanca y clara cruzaba por todo el lugar, y bellas figuras, blancas, de gran
porte, parecían
disfrutar entre aquel lugar.
Un gélido
frío
golpeaba el espíritu
de Kan, éste
se miró a
si mismo, su “cuerpo”
estaba blanco como la más
pura leche y un extraño
aroma a podredumbre le cubría.
Había
despertado sentado sobre un blanco sofá de mármol, y a su lado había
un cuerpo igual de blanco que el suyo, sólo que este era sólo huesos apenas cubierto de un poco de
carne entre la que se veían
unas cuerdas que parecían
imitar toscamente a unos músculos.
Sorprendido vio que ese ser poseía
una sonriente y espantosa boca llena de dispares dientes y unos ojos hundidos
en lo más
profundo de sus cuencas.
- ¿Estoy
muerto? –
Preguntó al
fin después
de intentar tragar saliva y sorprenderse al ver que su boca estaba tan seca
como una piedra, de una forma totalmente antinatural.
- ¿Es
necesario que te responda o es que eres estúpido? – Espetó el saco de huesos.
- No, veo que estoy muerto, pero lo imaginaba de otra
forma –
dudó
unos instantes –
quizás
un lugar más
feliz, o quizás
un sueño
eterno.
- Jajaja!!! – Rió irónicamente la figura –
eso imbécil
es para los seres felices que mueren por causas naturales, no para los idiotas
que se rinden y toman la salida fácil.
Kan no contestó nada a este insulto, sentía
que era verdad. Hubiera querido llorar, pero sus ojos estaban secos como el mármol
y nada salía
de ellos.
Finalmente un inmenso grito de dolor surgió de
su garganta, un triste llanto que resonó como surgido de las entrañas
de la tierra.
-¿Qué te
indujo a tomar esa decisión a
tu tierna edad? –
Preguntó
después
de casi una hora de silencio el fantasma de huesos. – Ya que nos ha tocado pasar a la eternidad
juntos, al menos podremos hablar un poco.
Kan le miró extrañado, ¿qué le importaba a él?, aunque en el fondo necesitaba hablar
con alguien.
- Fracasé en mi misión en la vida. – dijo sencillamente.
El viejo saco de huesos rió estrepitosamente, su risa era como una
cuchilla que cortaba uno a uno los hilos del espíritu de Kan. El joven, enloquecido, se
llevó
las manos a sus oídos,
pero la risa seguía
estando ahí,
la sentía
con toda su alma.
- Imbécil,
–
espetó el
fantasma – ¿Habías
fracasado siendo sólo
un niño? ¡Anda!
¡Di
la Verdad! ¡Te
rendiste como un Cobarde y tomaste la salida fácil!
Kan sostuvo la gélida mirada del saco de huesos con odio… al
principio, luego bajó la
mirada y reconoció.
- Sí… – y
excusándose
añadió – no
tenía
otra salida.
- ¿No
tenías
otra Salida? – La
horrible risa brotó de
nuevo – ¡¡¡IMBÉCIL!!!
¡¡¡COBARDE!!!
Siempre hay una salida! Pero no tuviste el VALOR y la CONSTANCIA para tomarla,
así
que optaste por la solución más fácil,
rendirte y dejar de luchar.
Kan asintió, sabía que era verdad.
- Pero dime, de qué te rendiste exactamente tú???
El espíritu
de kan ya se había
doblegado completamente y habló
como si nada le importase…
cosa que así
era.
- Yo era un Joven y Prometedor Aprendiz de Samurái –
dijo recordando su época
de vivo – mi
padre era el señor
más
poderoso del imperio, y yo su mayor promesa y esperanza.
“” Un
buen día
me concedió el
mayor de los dones, me dio una maravillosa espada Katana, una espada de
aprendiz –
Kan habría
dado todo lo que tenía
por poder tener unos ojos vivos con los que llorar, pero no tenía
nada que dar y ni aún
pudo tener ese alivio –
Ese fue el día más
feliz de mi vida. Tenía
toda la vida por delante y un gran Futuro pero…
- Pero qué muchacho – urgió el siempre cortante saco de huesos con
forma de viejo.
- …
pero mis ilusiones fueron destruidas – Kan cerró los ojos para continuar, quizás
no pudiera llorar pero si podía
dejar de ver ese espantoso lugar – Ya mi primer día mi padre me advirtió
que mis mayores enemigos serían
los Ladrones de Sueños,
los fantasmas del miedo y del fracaso…
Una cortante, áspera y dolorosa risa cortó su
narración – ¡¡¡IMBECIL!!!
FUISTE ADVERTIDO Y FINALMENTE HAS ACABADO EN LOS TERRITORIOS DE LOS FANTASMAS
DEL FRACASO ¡¡¡NO
VALES PARA NADA!!! Hoy sólo
eres un Fantasma del Fracaso más.
¡Cómo
habría
deseado poder tragar saliva! O simplemente sentir miedo, pero ya sólo
el dolor era el poseedor del alma del antiguo joven samurai. Un dolor profundo
y frío
como la noche, mucho más aún.
Kan decidió continuar su historia, al menos se la
contaría a
si mismo. Para su sorpresa, cuando volvió a hablar, las risas se callaron automáticamente.
- Sí,
mi padre me había
advertido, y ese mismo día
me llené de
energía y
decisión,
de ilusión y
entusiasmo, y caminé
fuerte para luchar.
- Veo que no lo bastante – contestó ridiculizando el horrible viejo.
- Cierto saco de huesos, no lo bastante – rió
esta vez Kan –
Después
de aquel día
yo empecé a
trabajar, empecé a
transformarme como un Samurái.
Mi padre me había
avisado que eso sería
un trabajo de muchos años,
sin embargo yo, internamente me fijé una fecha, mi orgullo me dictaminó
que para conseguir lo que otros necesitan años, o un mínimo de un año, yo lo conseguiría en un mes. Porque yo era especial, yo
era el hijo de Kazo, tenía
la sangre y la carne del mejor de los Samurais y para mi sería
todo mucho más
sencillo.
- Eso sí que es una imbecilidad –
dijo el viejo, aunque esta vez de una forma casi comprensiva –
pero no fuiste tú
quien plantó
esa idea en tu cabeza, fue un fantasma del miedo y del fracaso, el fantasma del
orgullo que nos destierra de la manera más sutil al fracaso total, al hacernos
creer que como somos especiales conseguiremos en unos días lo que los demás necesitan años de dedicación y trabajo. – Esta vez el apenado parecía
el pobre saco de huesos.
- Cuando pasó el mes – continuó Kan lleno de dolor –
resultó
que yo no era un Samurái
cualificado.
- Normal – replicó el anciano – para eso se necesita haber aprendido mucho
y una gran experiencia, fue tu orgullo lo que te mató.
- Sí, –
respondió
Kan –
parece una obviedad y es que es así como fue, fue mi orgullo y mi…
avaricia por querer ser el mejor rápidamente lo que acabó
conmigo.
- Bueno ex mozuelo – dijo riéndose el saco de huesos – la
avaricia, el orgullo, el querer ganar más y más rápido sin seguir su orden natural, el
pensar que la vida tiene que darle a uno lo que no se merece cuando no se
merece y cuando no lo consigue rápidamente abandonar, es lo que define a los
cobardes, a los chaqueteros que van de un lado a otro sin pasar más
que unos pocos días
o meses en un mismo lugar. Son los traidores que cambian de bando continuamente
con tal de intentar conseguir rápidamente
lo que desean. Son seres horribles y despreciables que nunca consiguen lo que
quieren y que siempre se enfadan, se frustran y fracasan.
- ¡Pero
yo no era así! –
Replicó
Kan.
La voz se rió esta vez más fuerte que nunca, su horrible sonido
rompió
los hilos del espíritu
de Kan haciéndole
sufrir el mayor de los dolores.
- No hables tan alto jovencito!!! – Rió el
viejo sarcásticamente
– no
me digas tan rápido
cómo
no eras que no me dejas ver tus obras!!! – Y después de mirarle fijamente dijo –
Todos somos así
jovencito, esa asquerosa cualidad de querer recibir sin dar, de querer tener ya
sin merecerlo, esa porquería
está
presente en el alma de todos y cada uno de los mortales, y han de limpiarla muy
bien antes de poder decir que no son así… y
al fin y al cabo, tú
abandonaste ¿No
es así? ¿Acaso
no fracasaste, moriste y estás
aquí
conmigo? Si en verdad no hubieras sido así, entonces no estarías
aquí.
- Tienes razón saco de huesos – dijo al fin el joven – yo
no era así
cuando empecé,
pero si cuando finalicé
fracasando y abandonando. Me convertí en un ser despreciable y al fin acabé
aquí. –
Después
de pensar un poco añadió – Lo
que pasó es
que me hicieron así.
La risa volvió a romper sus tímpanos, esta vez era, si puede ser, más
desagradable, rastrera y dañina
que las anteriores veces.
- SERÁS CÍNICO
IMBÉCIL!!!
Nunca nadie te hará de
otra manera que no sea la que tú
quieras. SI DE ALGO ES LIBRE TODA PERSONA, ES DE DECIDIR CÓMO
PENSAR Y COMO SENTIR.
Kan reconoció la verdad, había abandonado presa de una frustración
temporal, de una muy profunda que le había hecho sentirse muy mal. Sus temores habían
crecido, se había
entregado a los Fantasmas del Miedo y del Fracaso, les había
escuchado y eso le había
conducido al peor de los sufrimientos… aún sabiendo que podía ocurrir, se había entregado a ellos.
En ese momento el viejo se levantó,
estaba totalmente desnudo, y en ese momento Kan se dio cuenta que él
también
estaba totalmente desnudo y blanco como el propio mármol.
- Ven hijo, tenemos que cultivar nuestros campos
eternos.
Kan no sabía de qué hablaba el viejo, pero decidió
seguirlo, eso sería
mejor que seguir allí
sufriendo.
La tierra era negra como la oscuridad y el cielo tenía
también
un color negro. Sólo
una extraña
luz blanca iluminaba los contornos, una luz que no podía identificar de dónde surgía.
El viejo señaló dos campos y dijo al joven:
- Aquellos dos campos juntos son el tuyo y el mío.
Como ves yo apenas tengo ya carne y soy puro hueso, pero mi sabiduría
es grande, si tú
con tu fuerza me ayudas labrando mi campo, luego yo te ayudaré
enseñándote
cómo
labrar el tuyo.
Kan asintió con la cabeza pues le pareció un
trato justo, además,
después
de todo ¿Qué más
podía
hacer? ¿Aburrirse
eternamente?
- Unos de estos cestos contienen semillas de trigo
sano y otros de cardos y espinas. Los cestos dorados y bellos contienen las
semillas de trigo sano –
dijo tomando un puñado
– y
los mugrientos cestos los de las espinas.
“”
Ese campo –
continuó – es
tu alma, tal y como era cuando estabas vivo. Sólo que ahora ha sido limpiada, arada de
nuevo. Acompáñame
para que veas cómo
trabajan los vivos los fértiles
campos de sus almas.
Kan quedó sumamente impresionado por esta última
afirmación y
le siguió
ligeramente esperanzado.
Después
de caminar en silencio por un tortuoso camino donde los guijarros se clavaban
en sus pies creándole
un sufrimiento inmenso, llegaron a un pequeño monte desde el que podían
ver a coloridos espíritus
paseando y labrando sus propios campos.
Kan, desde lo lejos, podía ver a estos seres vivos y veía
que a cada lado portaban un fajo dorado y otro del color de la podredumbre. La
mayoría
arrojaba un puñado
de dorado trigo primero y luego otro de negras semillas de zarzas.
Kan quedó enormemente impresionado por esta actitud
y continuó
andando con el viejo, que no pronunciaba una sola palabra. Después,
llegaron a otro campo que estaba medio lleno de trigo y medio lleno de espinas.
El propietario vivo, parte del tiempo estaba feliz retozando entre los dorados
brotes de trigo, y la otra parte, estaba sufriendo pinchándose
y sangrando al caminar entre las espinas de los cardos y las zarzas.
Sorprendido vio como el viejo tomaba un puñado
de semillas de zarza y lo arrojaba hacia los campos de los vivos.
Después,
sin decir una sola palabra, retornaron a sus propios campos.
- Ahora mozuelo, quiero que tomes ese podrido cesto de
zarzas y lo plantes por todo mi campo – ordenó el viejo, y al ver que Kan iba a
protestar, remarcó su
orden con una funesta mirada.
Kan tomó el pesado fardo y fue repartiendo las
pegajosas semillas por el campo del anciano. ¿Por qué haría tal cosa?
Finalmente, después de dos horas de duro trabajo, Kan acabó.
Parecía
que estar muerto tenía
sus ventajas, el cansancio no era nada comparado con ese enorme dolor de su espíritu
que parecía
ser toda su existencia.
- Dime anciano – preguntó al fin Kan – ¿Por qué me has mandado plantar zarzas? ¿Deseas
sufrir?
- Todo lo contrario joven – contestó sorprendentemente el saco de huesos – lo
que más
deseo es ser feliz y triunfar.
- ¿Pero
acaso las zarzas no son sufrimiento y el trigo no es la felicidad? –
Dijo sorprendido Kan – ¿Y
acaso por cada semilla que siembras no recoges un ciento de lo sembrado?
- Así es
–
contestó el
anciano.
- Entonces… – dijo el joven samurai – ¿Por
qué no
plantas hermoso trigo y recoges felicidad? ¡No es lógico plantar zarzas y esperar recoger
trigo!
El anciano parecía turbado.
- Sí,
tiene lógica
lo que dices joven –
dijo al fin –
pero dime, yo miro a todos esos seres vivos y presupongo que serán más
sabios que yo…
pues ellos están
vivos. ¿Tú
crees que ellos quieren ser felices o que quieren sufrir?
- Estoy seguro que quieren ser felices –
contestó rápidamente
Kan.
- Entonces… – dijo el anciano – ¿Por qué crees que plantan zarzas junto al trigo? ¿Por
qué
crees que utilizan un puñado
de trigo y otro de zarzas? ¿Por
qué
crees que son algunas veces felices y otras sufren? ¿Por qué crees que no plantan siempre Trigo para
ser siempre felices?
Kan meditó durante un rato con lentitud, después
de todo estaba muerto y el tiempo le era indiferente.
- Porque no son tan sabios como creen –
dijo al fin totalmente seguro de si mismo – porque su orgullo por hacerles creer que
son mejores les hace ser –
sonrió al
decirlo –
IMBECILES!!!
“” Si
fueran inteligentes, plantarían
solo trigo y serían
siempre felices –
después
aseguró – si
yo estuviera vivo, no desaprovecharía la oportunidad y sembraría
siempre trigo en mi alma, para recibir siempre felicidad y ser siempre feliz.
Kan estaba a punto de prometer que siempre plantaría
felicidad en su alma…
cuando se dio cuenta de que ya era tarde para hacerlo porque ya había
abandonado.
- Dime jovencito – Preguntó curioso el saco de huesos – si
es verdad lo que me dices… ¿Por
qué no
plantaste ese trigo cuando estabas a tiempo? – y curioso continuó – ¿Sabes? Yo te observé
durante mucho tiempo, al principio plantaste un buen puñado de trigo, un muy buen trigo que brotó y
te hizo feliz. Luego vi como otros plantaban un puñado de zarzas en tu alma y cómo
tu alma se cortaba internamente con estas zarzas.
“”
También
vi cómo
tu padre, el Samurái,
arrojaba de su propio trigo en tu campo para hacerte feliz y cómo éste
prosperaba. Pero a la par vi otra cosa aún más curiosa.
“”
Cuando tu padre estaba cerca, tú
arrojabas un puñado
de trigo junto al suyo, sin embargo, cuando tu padre se alejaba a sembrar su
propio campo o a luchar sus propias batallas, tú arrojabas a escondidas pequeñas
semillas de zarzas sobre tu alma.
“”
Era extraño
ver cómo
disimuladamente tropezabas para que se cayeran “como por casualidad”
algunas semillas de podres zarzas al principio, y luego cuando te cortabas,
arrojabas con rabia otro puñado
de semillas podres de zarza contra las zarzas, con lo que cada vez se hacían
más
fuertes en tu alma.
“”
Finalmente decidiste abandonar, arrojabas semillas de zarzas a puñados
sobre toda tu alma y te sumías
en el dolor, la frustración y
la autocompasión.
Incluso empezabas a arrojar puñados
de semillas podres de zarza a otros para que ellos también
sufrieran.
Kan tenía la cabeza gacha, reconocía
su error, al principio había
sido como un descuido de sus obligaciones, el sembrar siempre trigo de Samurái
en su alma, después
le había
tomado el gusto y tomando cada vez menos importancia, había
arrojado puñados
y puñados
de dolor, sufrimientos y miedo en su alma de una forma totalmente consciente.
Primero sin saberlo, después siendo consciente, había
plantado las semillas de lo que causaría el fracaso, el abandono, su propia
muerte y un sufrimiento eterno.
Kan respiró profundo, era una de las pocas cosas que
podía
seguir haciendo, no sabía
si realmente respiraba o si era sólo un hábito adquirido, pero lo cierto es que era
relajante.
- Es cierto anciano – así lo hice – Tienes toda la razón,
actué
como un Imbécil
y reconozco mi error.
El anciano frunció el ceño.
- ¿Reconoces
tu error? ¿Qué
error? –
pregunto extrañado.
- Mi deber – explico – mi deber supremo como Samurái,
era sembrar las semillas del trigo en mi alma, si así lo hubiera hecho, nunca habría
abandonado, y justamente todo lo contrario, habría triunfado.
“”
Ese fue mi error.
- Ese, jovenzuelo, es el error de todos los seres
humanos vivos, el plantar en su alma las semillas de las zarzas del
sufrimiento.
- Explícamelo
–
dijo simplemente el ex joven samurai.
- Todos los humanos somos totalmente dueños
de una sola cosa, de decidir que sembramos en nuestra alma.
Sólo
de eso somos dueños.
- Y sin embargo, también otros pueden plantar cosas –
replicó
Kan.
- Eso es cierto mozuelo. – rió el viejo acordándose de como el mismo había
arrojado un puñado
de zarzas en el alma de un vivo – los Fantasmas del Miedo y del Fracaso,
arrojamos puñados
enteros de Zarzas en las almas de los vivos. También las encarnaciones de nosotros, los
llamados “Ogros”
realizan lo mismo, por medio de sus palabras y sus gestos, por medio de su
odio, de su ira y de su rechazo siembran pequeños puñados de podres semillas de zarza en los
campos de los demás
hombres y mujeres.
“”
Sin embargo –
continuó – en
verdad eso es irrelevante, los campos del alma son inmensos como has visto, y
un sólo
puñadito
no hace nada, ni siquiera diez o cien pueden conseguir nada…
porque las zarzas nacen, crecen, dañan, y mueren. En cuanto una zarza ha
producido daño,
se muere inmediatamente, igual que cuando un trigo crecido produce una sensación
de felicidad, se muere instantáneamente.
Para que un campo esté
bien proliferado, ha de ser continua y diariamente sembrado con aquello que
cada hombre decide.
“” El
mayor problema de los hombres es que cada vez que una zarza le manca, entonces
arroja con ira y odio otro puñado
de semillas de zarza, sin saber que esas semillas proliferarán
en cien zarzas que le harán
muchísimo
más
daño
todavía.
- Anciano – cortó curioso Kan – ¿La actitud correcta sería
arrojar un puñado
de trigo cada vez que hemos sentido el dolor de una zarza?
- Así es
muchacho, de esa forma el dolor plantado por otros sería pasajero y nuestra felicidad iría
en aumento.
Kan meditó la importancia de estas palabras… ¡Si
lo hubiera sabido en vida! Hubiera sido un hombre feliz!!!
- También muchos confían en la felicidad que otros les siembran – y
explicando el fantasma añadió –
hay hombres muy buenos en el mundo, pocos pero los hay, hombres y mujeres que
se dedican a arrojar sus propias semillas de trigo en los campos de los demás
para que estos sean felices.
“”
Son especialmente sabios y se dedican a sembrar una gran cantidad de trigo en
sus propios campos, pero siempre guardan una gran parte de su propio trigo y lo
arrojan en los campos de los demás, aún cuando esas mismas personas les estén
arrojando zarzas. Porque eso no les preocupa, saben que ellos son dueños
de su propia felicidad y lo que les arroje los demás les es indiferente. Aunque también
les hace enormemente felices cuando los demás les arrojan parte de su trigo.
“”
Los hombres que así
actúan,
pronto aprenden que cuando el campo entero está dedicado al cultivo del trigo, entonces
es posible cosechar trigo, cosecharlo en un ciento por cada puñado
sembrado, y guardan para si mismos sólo una parte de cada cien, lo suficiente
para poder seguir cultivando, y arrojan a los campos de los demás
la casi totalidad de su cosecha de felicidad sólo para ayudar a que los demás
sean tan felices como ellos.
“”
Estos hombres son enseguida reconocidos como hombres totalmente especiales y
son llamados “Samurais”,
amados y queridos por millares de personas.
Kan meditó durante unos momentos como reconocía
la actuación
de su propio padre en esa descripción, como le levantaba la moral con sus
palabras, como plantaba una y otra vez el dorado trigo de la felicidad en su
alma.
- Luego hay muchos estúpidos – dijo el anciano – que como yo siembran zarzas podres en sus
propias almas.
“”
Estos ilusos desean recoger trigo, es lo que más desean en la vida, ser felices y
alcanzar el éxito.
Y son tan sumamente idiotas que creen que plantando preocupaciones, ira, odio,
criticas, inseguridades, miedo, pensando en que pueden fracasar, en cómo
o por qué
podrán
fracasar o podrán
ocurrirles desgracias…
son tan sumamente imbéciles
que creen que sembrando esas podres semillas de zarzas… podrán recoger trigo alguna vez.
“” El
problema está en
que la zarza crece rápida
y fácilmente,
el trigo hay que cuidarlo y cultivarlo con delicadeza. Así
que dado que algo tienen que plantar, siembran lo que están
seguros de que crecerá fácilmente,
su propio fracaso y sufrimiento… y
en casos extremos la enfermedad más terrible acompañada de dolor y una muerte miserable.
“”
Quizás
el problema es que nadie les ha dicho que si siguen sembrando zarzas, acabarán
por matarse de sufrimiento.
Kan reconoció que el viejo tenía toda la razón.
- Otros, también imbéciles – continuó el anciano saco de huesos –
plantan en sus tierras un puñado
del dorado trigo de la felicidad… y otro de podres zarzas del sufrimiento y
de la muerte.
“”
Estos imbéciles
lo hacen por puro miedo, desean la felicidad y el éxito, por lo que de vez en cuando son
felices y hacen lo que tienen que hacer, pero sus miedos a que esta no se
cumpla, el miedo a que su cosecha no de nada, les hacen arrepentirse de sus
actos, abandonar o hablar y pensar mal, negativamente, de lo que están
haciendo, frenando su éxito
y causando su fracaso y su sufrimiento.
“”
Naturalmente los que hacen esto, luego siempre suelen tender a culpar a otros
de su fracaso.
- Sólo
quienes son lo suficientemente inteligentes – Esta vez fue Kan quien continuó – y
plantan siempre el dorado trigo en su alma con constancia, siembran amor,
bondad, generosidad, esperanza, Fe, comprensión, felicidad… sólo ellos son los que llegan a ser
realmente felices y alcanzan el éxito total.
“” Sólo
los que son tan Valerosos como para hacer lo que no hace la mayoría,
son felices. Esto les es difícil
de hacer pues temen que sean los Imbéciles los que están en razón, perdón, la mayoría que planta sufrimiento en su alma cuando
desean en verdad felicidad…
cuando están
equivocados. ¡Pero
qué
difícil
resulta para una persona el hacer lo que tiene que hacer! ¡Qué
difícil
resulta el plantar sólo
trigo! Es tan sumamente difícil
que sólo
hay que meter la mano en un bolsillo en vez de en otro, es tan sumamente difícil
que sólo
hay que atajar de raíz
todos los pensamientos negativos o de odio, temor o ira y cortarlos en el mismo
momento en que surgen para reemplazarlos por un puñado más de pensamientos y sentimientos de amor,
bondad y generosidad que nos conduzcan al éxito y la felicidad que deseamos.
- Así es
muchacho –
verificó el
fantasma de piel y huesos – en
realidad si los vivos supieran esto, nosotros los Fantasmas del Miedo y del
Fracaso nos quedaríamos
sin trabajo, los Ogros desaparecerían pues no son más que hombres sumamente desangrados por
sus propias zarzas, las que ellos mismos plantaron como pensamientos de
desconfianza, ira y odio contra otros. Si los humanos vivos supieran esto y lo
aplicasen en sus vidas eliminando todos los pensamientos negativos de sus
mentes, dejando morir a las zarzas, arrancándolas de raíz y substituyéndolas por semillas del dorado trigo del
amor, la esperanza y la generosidad… entonces serían felices.
“” Y
nosotros también,
porque no existiríamos.
Kan meditó durante mucho tiempo estas palabras ¡Cómo
habría
deseado estar vivo para poder contarlo a los cuatro vientos!
- ¿No
es posible que algún
humano aprenda esto por si mismo y se lo comunique a los demás? –
Preguntó
Kan.
- No –
dijo el anciano –
nadie que no se muera puede acceder a esta dimensión y aprender esto que te estoy enseñando.
Algunos lo siguen por instinto, pero no pueden explicarlo con palabras a los
demás.
“”
Inclusive muchos lo han descubierto a lo largo de la humanidad, grandes sabios
que lo han proclamado a los cuatro vientos. Pero al faltarles la exactitud de cómo
explicarlo, no han logrado todo lo que deseaban.
“” Sólo
uno que estuviese muerto y renaciera, tendría el poder de comunicar con total claridad
esto que te he enseñado.
¿Y
puede existir alguien con la capacidad de renacer de la propia muerte?
Kan no tenía la respuesta a esta pregunta, pero si
tenía
otra pregunta.
- ¿Alguna
vez alguien ha renacido? –
después
de dudar un momento aclaro – No
es eso lo que me importa, lo que quiero saber es si alguna vez ha existido un
período
en el que las personas siguieran estos consejos, plantaran sólo
trigo, felicidad, en sus almas y fueran todos realmente felices.
El viejo fantasma de huesos dudó un
rato antes de contestar.
- No es bueno que un Fantasma piense en esas cosas,
pero sí,
en verdad ha existido ese período
que me preguntas. De hecho han sido varios los períodos. Se han sucedido una y otra vez como
ciclos de una rueda, ha pasado… y
durante miles de años,
sin embargo muchos lo consideran sólo leyendas debido a que sienten pura
envidia. Como comprenderás
uno que está
agonizando en las zarzas que él
mismo ha plantado no quiere reconocer que si hubiera plantado trigo, sería
feliz. Y si no quiere reconocer eso, mucho menos querrá reconocer que otros muchos fueron
felices.
“”
Sin embargo sí
han existido muchas eras en las que la humanidad ha sido totalmente feliz, eras
que ya están
casi en el olvido… y
otras que vendrán.
De hecho, predigo que no está
muy lejos una era semejante.
Kan se sentó a meditar sobre lo que había
escuchado, era algo sumamente importante, el propio destino, la felicidad, el
sentido de la propia vida se reflejaba en lo que había aprendido. Casi agradeció el
haber muerto para poder escuchar lo aprendido. ¡Si sólo estuviera vivo para poder aplicarlo! ¡Sembraría
siempre dorado trigo en su alma! ¡Sólo pensaría en Felicidad, Amor y Bondad! Y comunicaría
lo aprendido a millones de personas para difundir la nueva era de felicidad.
- Tu campo – dijo el saco de huesos –
debes sembrarlo – añadió
tendiéndole
un asqueroso cesto repleto de zarzas.
- ¿Por
qué me
das ese cesto? –
Pregunto Kan.
- Porque eres un Fantasma del Miedo y el Fracaso, un
Fantasma de lo que podías
haber llegado ha ser…
exactamente igual que yo. Y nuestro deber es sembrar y cultivar las zarzas para
sufrir durante toda la eternidad. – y haciendo una mueca de dolor añadió –
esa es la triste realidad.
- Sólo
eres un fantasma del miedo y del fracaso que intenta arrastrarme hacia el
sufrimiento –
dijo Kan, a lo cual el fantasma sonrió y afirmó con la cabeza afirmando la obviedad.
Kan rechazó el cesto que le tendía.
No cometería
el mismo fallo dos veces.
Ante la estupefacción del fantasma, el joven tomó un
dorado cesto de trigo, el cual parecía arder entre sus manos…
no, eran sus manos las que ardían
al contacto del cesto.
- Esa es una razón más por la que no tocamos el trigo mozuelo –
dijo el saco de huesos –
somos propiedad de las zarzas, el trigo nos corroe como el ácido
corroería
nuestros cuerpos vivos. Si estuvieras vivo podrías, pero una vez ya muerto… no
hay oportunidad.
- ¿Y
que va ha pasarme? – Rió el
joven extrañamente
jovial – ¿Acaso
voy a morirme?
Y riendo corrió hacia su campo con ese enorme cesto de
trigo que le corroía
como fuego ácido
su ser.
Y con grandes puñados esparció trigo y más trigo sobre su campo, sus manos le dolían
y le quemaban pero continuaba sembrando y sembrando, aún cuando no sintiera ninguna diferencia.
Dos horas después,
dos horas de dolor en sus manos y una extraña felicidad, acabó, miró su campo y éste seguía yermo.
Una sutil desesperanza empezó a surgir en su corazón,
y al mirar vio como el anciano saco de huesos estaba arrojando un puñado
de zarzas podridas.
Su primera reacción habría sido el arrojar otro puñado
de zarzas contra el campo del anciano para que sufriera su propia medicina…
pero cambió de
idea y tomando el cesto de trigo arrojó, no un puñado, sino kilos y kilos de trigo en el
campo del anciano, el cual no sabía qué hacer pues se había quedado paralizado.
Cuando acabó el cesto, tomó otro e hizo lo mismo en su campo,
plantando tanto trigo que al final el campo quedó repleto de una enorme capa de trigo que
quemaba a Kan al contacto con su piel.
El dolor era inmenso… y al final, perdió el conocimiento, feliz de haber reparado
su error…
aunque ya fuera cuando era demasiado tarde.
Un estruendo, parecido a un poderoso trueno, despertó
violentamente al Joven Kan. Lo primero que vieron sus ojos fue un techo formado
por esqueletos danzando.
Sus ojos se adaptaron un poco más y
pudo distinguir una oscura cúpula
con relieves tallados de esqueletos y calaveras. Estaba acostado sobre una
especie de altar, a su derecha una cara familiar le despertó
una sonrisa.
Era el viejo saco de huesos, sólo que totalmente vestido y un poco más…
vivo!
Kan se levantó de un salto, se miró de
arriba a abajo y sí!
Una oleada de entusiasmo le invadió.
-¡¡¡¡Estoy
Vivo!!!! –
Gritó a
los cuatro vientos mientras las lágrimas de la más absoluta felicidad recorrían
su cara. – Es
todo tan hermoso! El cielo del exterior, el aire, el dorado de mis manos, ese
reseco de mi boca…
¡Incluso
este inmenso dolor de cabeza!!! Porque estoy vivo!!!
- Eso si que son ganas de vivir –
dijo el viejo sonriendo – ¿Qué te
ha cambiado tanto?
Kan le miró atentamente e impulsado por su instinto
le dio un fuerte y largo abrazo al viejo a la par que le decía “Me
parece que serás tú
quien tendrá
que explicármelo”
Cinco minutos después la extraña pareja estaba situada en el exterior del
templo. El anciano le había
contado que él
era un clérigo
de la muerte, que esta mañana
había
visto llorando, desesperado, al joven Kan en el precipicio y temeroso de que
hiciera alguna idiotez le había
asestado una pedrada en la nuca con su onda. Por desgracia el tiro había
sido demasiado certero y casi había matado al joven, cuando le tomó
para llevarlo a su altar e intentar curarle, la sangre que brotaba de la cabeza
del joven había
ensuciado su mejor camisa.
Después
las horas habían
pasado y el anciano habría
jurado que el joven estaba totalmente muerto, no era capaz de encontrar el
pulso ni la respiración
en su cuerpo, pero había
sentido un enraizado y básico
deseo de vivir que había
evitado que su espíritu
se hubiera separado totalmente de su cuerpo. Así que se había limitado a esperar a ver qué
era lo que ocurría.
- Y así
fue todo más o
menos –
acabó de
explicar el viejo –
Como ves soy un anciano dedicado a un culto ya casi extinto, hace muchas décadas
que soy el único
adorador de mi culto.
- ¿En
que consistía? –
preguntó
curioso Kan.
- Era una adoración antinatural a la muerte y al
sufrimiento. –
explicó el
anciano –
unos cuantos seres desgraciados decidieron adorar al propio sufrimiento
esperando que eso les aportase alguna ventaja egoísta.
- ¿Y
que consiguieron?
- Bueno, a parte de vivir en la más
absoluta de las desgracias y los sufrimientos, consiguieron llegar a separar el
espíritu,
la esperanza, de nuestros cuerpos, de tal forma que llegamos a ser una especie
de podredumbre viva. – El
viejo hablaba como si todo aquello hubiese sido una locura sin sentido –
Siempre enfermos, no acabamos de alcanzar el descanso de la muerte (pues eso
hubiera sido un alivio) hasta que conseguimos separar nuestros espíritus
de nuestros cuerpos para conseguir que estos sufrieran por separado. – el
viejo recapacitó un
momento al ver que el joven no acababa de entender – verás mozuelo, cuando un hombre pasa su vida
preocupándose,
viendo todo lo negativo, sufriendo e instando a los demás a que hagan lo mismo, a que se preocupen
y sufran, se convierte en un Ogro, una persona que siembra el descontento y la
infelicidad en si mismo y en los demás, condenándose al fracaso, la enfermedad y la
muerte.
“”
Todos podemos ser Ogros, es una capacidad latente en todo ser humano. Todos
podemos escoger entre la luz y la oscuridad, entre la felicidad y el
sufrimiento, el camino sólo
depende de nosotros.
“”De
nuestras decisiones y nuestras acciones. Si nos preocupamos, sufrimos, dejamos
que nuestros miedos florezcan y los compartimos con los demás
haciéndoles
sufrir, aún
cuando sea inocentemente…
entonces somos Ogros y aún
cuando aseveremos que somos positivos y que somos seres de la luz, estamos del
lado de la Oscuridad…
“”
Sin embargo, si nunca un pensamiento negativo surge de nuestra boca, si nunca
desanimamos a nadie, si siempre somos positivos y vemos la semilla que está
plantada en cada desgracia, la que guarda una oportunidad aún
mayor que la desgracia que estamos viviendo… y si siempre elegimos controlar nuestros
pensamientos para que sean felices, positivos y productivos, entonces somos
seres de la luz.
“”
Muchos empiezan siendo seres de luz, pero se rinden a las circunstancias
irrelevantes y se hacen seres de la oscuridad aún sin saberlo, se inundan de inseguridad,
miedos, ira y odio. Dejan de pensar positivamente y pasan a tener miedos, a
acumular rencor y reaccionar con ira y sufrimiento. Pretenden, sin saberlo, dar
pena para que otros hagan las cosas por ellos o les den regalos, en realidad lo
que están
haciendo es causarse daño a
si mismos, a sus mentes y a sus cuerpos, y a los demás que sufren por verlos, metiéndose
cada vez más
en el pozo de los sufrimientos, la enfermedad y la muerte, donde finalmente
acaban siendo atrapados.
“”Todo
por su propia voluntad y sus propios actos. Aunque naturalmente, nunca
encontrarás a
un Ogro que lo reconozca, siempre le verás bajando al pozo a la par que exclama que
él
es un ser positivo de la luz… aún
cuando la verdad es que se está
hundiendo cada vez más
en las inseguridades, la duda, la ira, el odio y el sufrimiento. Lo que le
acaba aportando sufrimiento y fracaso.
Kan meditó durante unos momentos la enorme sabiduría y
verdad contenida en estas palabras, incluso las repasó mentalmente para evitar tropezar en un
futuro en la misma piedra.
- Pues bien amiguito – continuó el viejo – unos cuantos Ogros nos reunimos y creamos
este culto a la muerte y al sufrimiento,
nos reconocimos como verdaderos Ogros y empezamos a infundir el sufrimiento en
nosotros y en los demás
de forma deliberada, creyendo que eso nos daría la felicidad. Estábamos
equivocados pues aunque la ira y la venganza dan, en un principio, una gran
satisfacción,
la del Orgullo que te sabe a ser superior, con el tiempo cada vez estábamos
más
hundidos, hasta que al final logramos que nuestras almas se convirtieran en
verdaderos Fantasmas del Miedo y del Fracaso. A la par que nuestros cuerpos se
convertían
en sacos de huesos, como de muertos que caminaban con una falsa vida.
Kan se estremeció ante estas palabras pues aquellos hombres
habían
sido todo lo contrario al ideal de un Samurái.
- ¿Y
por qué me
salvaste? –
preguntó
inocentemente Kan.
- No creas que fue por piedad – dijo el anciano saco de huesos – mi
intención
era traerte a mi altar vivo, entonces humillarte por el acto que ibas a
realizar, hacerte sufrir hasta lo indescriptible y luego convertirte en mi
aprendiz y sucesor pues yo ya estoy viejo y soy el último de los míos… – su voz acalló de forma súbita.
- ¿Y
por qué no
lo has hecho? –
contestó el
joven cauteloso – ¿Por
qué en
vez de hacer eso, me has sacado del templo traído a este descampado y me estás
abriendo tu corazón?
- Bueno… – dijo el anciano – un poco antes de que despertaras sentí un
cambio en mi interior, una felicidad… un calor… que jamás había sentido desde mi infancia, yo… –
dudó el
viejo – he
cambiado –
dijo al fin mirando sinceramente los ojos del joven – y creo que te lo debo a ti.
Kan asintió con la cabeza, recordaba perfectamente su
vivencia, no sabía
ni comprendía
como había
sido posible… o
por qué,
pero le desveló
palabra por palabra toda su experiencia. Mientras lo hacía
hubo más
de un momento en el que lloró,
unas veces de felicidad por estar vivo, otras de tristeza… no
sabía
por qué,
pero algo dentro de él
le dijo que era por aquel último
puñado
de zarzas que había
arrojado el anciano en su alma.
Sabiendo que una vez que el sufrimiento pasara, lo haría
para siempre, en vez de resistirse o enfadarse, dejó que las lágrimas cubrieran su cara y se sintió
maravillosamente renovado y feliz cuando terminó.
- Ahora comprendo – dijo el anciano – hay una gran sabiduría
en lo que me acabas de contar, una Ley de Felicidad y éxito que siempre he intuido y sé
que todo aquel que realmente la siga, sembrando a cada hora pensamientos de
felicidad y éxito
en su mente, alcanzará
todo aquello bondadoso y bueno que desee, sin excepciones, en su totalidad.
- Así es
–
confirmó
Kan – El
gran problema de la humanidad, del fracaso, del no conseguir algo, reside en la
falta de responsabilidad que demuestran todas las personas para con su alma.
“”
Deberían
alimentar sus sentimientos con semillas positivas como Amor, bondad,
generosidad, seguridad y Fe.
“” De
hacerlo así,
simplemente conseguirían
todo lo que deseasen.
“” De
hecho, toda persona que actúa
así,
siempre consigue lo que desea.
- En cambio – completó el anciano solemnemente – la
irresponsabilidad que demuestran reside en alimentar los pensamientos
negativos, en rendirse, en dejar que la inseguridad penetre en sus almas, en
dejar que esa inseguridad fracture como miedo, ira, odio y les genere el mayor
de los sufrimientos.
“”
Simplemente habría
que pedir a una persona normal que analizase sus sentimientos de una forma
sincera y abierta ¿Qué encontrarías
en ellos? Seguramente una gran abundancia de sombras obscuras, la convivencia
con un gran número
de miedos habituales, una serie de iras reprimidas, reproches y sobre todo,
faltas de Fe. Unas faltas, y unos sentimientos que le hacen sentir mal,
sentirse impotente, fracasado, inseguro, con miedo… que le causan reacciones de enfado e ira.
Que le hacen Fracasar, enfermarse y morir.
“”¿Alguna
vez has visitado un centro médico
joven Kan? – el
joven negó
con la cabeza – Yo
lo he hecho muchas veces, he hablado con sus miembros y siempre he encontrado
un nexo común
entre todos los enfermos. Preocupaciones, temores, miedos, odio e ira.
“” En
cambio las personas sanas siempre poseen una gran Fe, una Fe inquebrantable y
tranquila, porque saben que en su camino habrá dificultades, algunas incluso inmensas,
pero no pierden el sentido de la realidad y saben que el sufrimiento o la mala
suerte nunca durará
para siempre y que acabarán
triunfando.
“” ¿Y
sabes lo más
curioso?
- Que siempre acaban triunfando –
afirmó el
joven con la cabeza al reconocer en estas últimas palabras la vida de su padre y la
de los otros verdaderos Samurais.
- Anciano – dijo Kan después de meditar unos momentos sobre lo
hablado –
Quiero darte las Gracias. Porque me has enseñado lo que es Realmente el Camino del
Samurái.
“”
Yo, aún
con mi instrucción y
el apoyo de mi padre el General de Generales, había abandonado este camino, momentáneamente,
introduciéndome
en el bosque del miedo y la desesperación. No sé qué es lo que he vivido, tampoco me importa,
lo que me queda es lo importante, este sentimiento de que sé
que yo soy el único
que domina mi vida.
“”
Por esto quiero darte las Gracias, porque me has devuelto la alegría
de vivir, me has dado el medio de decidir mi destino, de saber controlar mis
emociones, mis sentimientos y poder alcanzar todo aquello que deseo…
simplemente sembrando siempre trigo de Felicidad en mi alma!
El anciano meditó, gracias a Kan había
dejado de ser un Fantasma del Miedo y del Fracaso y era feliz, él
también
quería demostrarle
su agradecimiento a Kan y decidió hacerlo desvelándole los secretos del trabajo, de las
herramientas que utilizan los propios Fantasmas para plantar el miedo y la
desgracia en las almas de los hombres, para que el Joven Samurái
pudiera utilizar ese secreto en su beneficio dándole la vuelta y aprendiendo a sembrar
feliz trigo dorado en su alma desde esta dimensión.
- Kan –
pronunció
solemnemente –
voy a desvelarte el mayor de los secretos, aquel que te permitirá
sembrar siempre la felicidad en tu alma y no plantar jamás
las terribles zarzas del sufrimiento que podrían atraparte igual que pueden atrapar a
cualquier persona. Es más,
voy a enseñarte
a poder eliminarlas completamente de tu alma para que puedas alcanzar la máxima
felicidad y cumplir el destino que tú mismo te marques.
El Joven Samurái sentía que este secreto sería
el más
importante de toda su vida, por lo que prestó atención en un grado sumo como nunca antes lo había
hecho, intentando memorizar palabra a palabra lo que el anciano iba a decirle a
continuación.
- Amigo, eres dueño de tu destino, así
como yo soy dueño
de mi destino y absolutamente todas las personas son las únicas
dueñas
de su destino.
“”
Esa es la gran verdad de la Libertad Suprema que todos poseemos, algunos tienen
miedo de esta libertad porque no comprenden que este es su mayor poder, pues
todo, absolutamente todo lo que puedas desear tener o ser, lo tendrás
si lo haces parte de ti y lo siembras en tu alma como voy a explicarte a
continuación.
“” Lo
primero de todo, has de comprender, que somos todo aquello que nosotros
decidimos ser. Este es un poder que todo el mundo utiliza, porque es la base
misma del alma y la naturaleza humana, es la base misma por la que estás
constituido y si no lo estás
utilizando, es porque otros lo están utilizando por ti induciéndote
a ser lo que ellos quieren. Tus personas cercanas, los que te cruzas por la
calle y los Ogros, sobre todo los Ogros y los Fantasmas, están
esperando a que dejes de utilizar este poder y les permitas utilizarlo a ellos,
si lo haces, estarás
condenándote,
y lo estarás
haciendo sólo
bajo tu responsabilidad, pues también eres tú quien lo habrá escogido, así que te recomiendo que empieces a utilizar
este poder, tal y como ahora te voy a describir, para empezar a ser todo
aquello que deseas.
“” Lo
segundo, es necesario que comprendas que tu alma, tu mente y tu corazón
son literalmente campos fértiles
que funcionan con aquellas semillas que les aportas. Si les aportas
inseguridad, miedo, ira u odio, será eso lo que recojas al convertirte en una
persona totalmente despreciable, en un completo Ogro.
“”
Sin embargo, si los abonas con Amor, Bondad, Generosidad, Confianza, Seguridad,
Fe, Esperanza y pensamientos siempre positivos, entonces siempre recogerás éxito
y riquezas.
“” Así de
sencilla es la vida.
“”
Veamos ahora como puedes utilizar este poder, te sorprenderás
de su simplicidad.
“”
Cuando fracasas… ¿Qué
has estado haciendo antes? Has estado teniendo sentimientos de inseguridad,
sentimientos de miedo que has alimentado. Te has planteado la posibilidad del
fracaso, primero desde lejos con escepticismo, después has pensado que es una posibilidad, a
continuación
lo has visto como algo probable y has acabado fracasando porque ya era una
realidad. Durante todo ese tiempo tus pensamientos no han sido “estoy
completamente seguro de que triunfaré, lo siento desde lo más
profundo de mi ser. Estoy feliz porque sé que triunfaré, porque tengo la total Fe que el éxito
es mi destino, porque así lo
siento, porque así
es.”
“” En
cambio has estado pensando “¿Y
si fracaso? ¿Qué
pasaría?
No puedo fracasar porque tengo que triunfar… ¡es necesario! Porque sino habré
fracasado, pero… ¿ si
está
fuera de mi control? ¿Y
si ocurre? ¿Quizás
llegue a ocurrir? Tengo que empezar a planear una salida por si ocurre…. ¡Tengo
que hacerlo ahora porque es probable que suceda!” Y al final acabas fracasando, enfermo,
tirado en el arroyo y muerto.
“”
Sin embargo, tú
mismo te lo has causado, porque de igual forma que te condenas al fracaso, podrías “condenarte
al éxito”
“”
Esto es el mayor poder con el que has sido bendecido, lo tienes desde tu
nacimiento, pero quizás
tengas miedo de utilizarlo por si fracasas – el anciano sonrió – así es, hasta aquí nuestro miedo nos frenará.
Porque si el hombre comprendiera que este su máximo poder, es tan simple como es,
entonces obtendría
toda la felicidad y todo lo que desea… dejando a los Fantasmas del Miedo y del
Fracaso sin trabajo, con lo que por fin podrían ser liberados y descansarían
en paz y felicidad.
“” El
secreto es este:
“”
Arroja un puñado
de pensamientos positivos en tu mente cada media hora.
Kan se quedó mirando fijamente al anciano, lo que decía
tenía
un gran sentido y el samurai sabía que aquello era verdad, pero necesitaba
una explicación
mayor.
- Kan, cuando un hombre o una mujer desea ser feliz,
lo primero que debe hacer es pensar qué es lo que desea – insistió sobre ello – especificar exactamente qué es
lo que desea. Ha de hacerse con dibujos de ello, mirarlos cada poco, sentir que
son suyos por derecho y que los obtendrá. Ha de imaginarse poseyéndolos… ya
sea objetos materiales, o felicidad, amor… cualquier cosa que se desee!!!
“”
Entonces ha de inculcar esas imágenes
en su mente, ha de hacerlo con una total sensación de Fe, de Felicidad, de Amor, Bondad y
Generosidad.
“” Es
muy importante que emocionalices esos sentimientos. Muy importante.
“”
Cuando una persona fracasa, es porque ha pensado “Fracasaré”
muchas veces, pero sobre todo, porque lo ha pensado uniéndolo a una sensación,
a un sentimiento de miedo, a una emoción negativa, lo que hace que ese
pensamiento se siembre en su alma como una zarza de sufrimiento que le hará
sufrir y fracasar.
“” De
igual forma, cuando una persona alcanza el éxito y la felicidad, es porque ha pensado
cada media hora (como poco) “¡¡¡TRIUNFARÉ!!!
¡Tendré éxito!
Lo haré
porque estoy predestinado al éxito!”
Este pensamiento, emocionalizado con una total Fe, Amor, Bondad y Esperanza, es
lo que hace que se plante una semilla del dorado trigo de la felicidad y el éxito.
Con lo que recoge éxito
y felicidad.
“” El
mayor problema que tienen las personas es que ven realizar una acción a
otra y ven cómo
esa persona alcanza el éxito
por medio de esa acción.
Entonces ellos realizan esa misma acción y no lo consiguen, fracasan. Y lo hacen
porque no acaban de comprender que la acción es irrelevante, lo importante es que
aquella primera persona, realizó
esa acción
con la total seguridad de que conseguiría el éxito…. mientras que la segunda lo hizo con
miedo en su corazón,
con lo que fracasó.
“” Me
acuerdo –
dijo avergonzándose
–
que cuando era un Fantasma solía
acudir a los locales donde los jóvenes se conocen, entonces yo buscaba a mi
presa. Veía cómo
mi presa observaba a un chico normal y corriente que se acercaba a una chica
hermosa y le decía “Eres
preciosa, ¿quieres
bailar conmigo?” y
triunfaba.
“” Mi
pobre víctima
no podía
ver todo lo que yo veía,
sin embargo yo veía
un alma segura, sembrada de trigo dorado que estaba segura de alcanzar el éxito.
Y por eso triunfaba.
“”
Después
escuchaba cómo mi
víctima
se decía
que haría
lo mismo para conseguir a una chica con la que bailar. Entonces yo sembraba un
manojo de zarzas de miedo que hacían que este empezase a temblar, su
inseguridad crecía y
ni siquiera era capaz de acercarse a la joven, con lo que perdía
todas las oportunidades y fracasaba, otros pocos lo intentaban tímidamente,
no sabían
que sus acciones eran inútiles
al ir cargadas de miedo y entonces fracasaban, con lo que su inseguridad crecía aún
mas, ellos mismos arrojaban manojos de ira y odio a su alma culpando a la
muchacha de orgullosa y pécora.
Un poco de trabajo más y
ese chico ya era un ogro a mi servicio.
“” De
igual forma actuaba con los vendedores o los emprendedores, cuando estos
deseaban hacer algo, primero les inculcaba miedo, un miedo que les impedía
moverse, actuar, ponerse en acción… con lo que fracasaban
irremediablemente!!!
“”
Otros, unos pocos, tomaban un manojo de trigo y lo arrojaban contra mis zarzas…
con lo que éstas
morían
y ellos empezaban su negocio con éxito.
“”
Pero todos los comienzos son difíciles, y yo aprovechaba cada dificultad
para arrojar un puñado
de zarzas a su alma. Cada “No” de
un cliente, yo lo acompañaba
con una semilla de zarza, y siempre venían Ogros en mi ayuda, seres de Ira y Odio
que descargaban su Ira, sus zarzas, contra mis víctimas, que finalmente se iban apagando
hasta que se convertían
también
en unos Ogros.
“”
Esto, lo hacía
también
con los Samurais. ¡Ahh!!!
Su pureza es como una tentación,
su trigo es aún débil
y nuestras zarzas pueden florecer bien. Medita Kan, medita qué es
lo que hacías
en las reuniones con tu padre.
- Yo… –
dudó el
joven –
bueno, escuchaba sus enseñanzas.
- Esas enseñanzas – dijo el viejo – eran trigo que tu padre te arrojaba a tu
alma.
El muchacho asintió, y el anciano le invitó a
continuar hablando con un gesto de su mano.
- Después, cuando la enseñanza acababa, yo me prometía
solemnemente que lo haría
tal y como mi padre me había
dicho. Con un gran sentimiento de Fe, Seguridad y Esperanza, me prometía a
mi mismo que triunfaría,
que trabajaría
para ser el mejor.
- Esas promesas, amplificadas con los sentimientos de
Fe, Seguridad y Esperanza, constituían tu mayor arma, tu mayor sabiduría,
constituían
los manojos de dorado trigo que arrojabas en tu alma.
“” ¿Y
verdad Kan que después
de cada promesa te sentías
feliz y alcanzabas los mayores éxitos?
Aún
cuando fueran poco a poco.
- Es cierto, – reconoció el joven – entonces… ¿Es eso un manojo de trigo?
- Así es
–
confirmo el anciano.
- Entonces!!! – completó entusiasmado Kan – Si repito ese tipo de promesas
habitualmente, si cada media hora repito unas palabras positivas cargadas de
amor, unas simples frases cargadas de emoción y entusiasmo…
“” ¡¡¡
ENTONCES CONSEGUIRÉ
TODO LO QUE QUIERA!!!
El muchacho ya no podía estar sentado, se levantó
porque su emoción
ya era un entusiasmo tan fuerte que le gritaba que se pusiera en acción
fuera como fuese.
- Entonces sólo he de hacer eso cada media hora, sólo
he de repetirme cada media hora frases de estímulo, pronunciadas con emoción,
con Fe, con Seguridad y tendré
todo lo que quiera!!! –
Kan estaba entusiasmado por el descubrimiento ¡Era tan simple, lógico y real!
- Así es
Kan, –
confirmó el
viejo – sólo
has de repetirte constantemente frases como “Lo Conseguiré!!!”, “Soy Entusiasmo!!!” “Soy Amor!!! Soy Bondad!!! Soy
Generosidad!!!”, “Me
Siento Feliz!!! Me Siento Estupendo!!! Me Siento Entusiasmado!!!” y
estarás
arrojando puñados
de trigo en tu alma que te darán
todo lo que quieras.
Kan estaba entusiasmado, sabía que un Ogro rechazaría
totalmente esta verdad, la ridiculizaría, pero él ya sabía la verdad y la utilizaría
para poseer el alma de Samurái
que deseaba.
- Kan, haz una prueba – dijo el anciano – repite mentalmente, con entusiasmo “Me
Siento Sano!!! Me Siento Feliz!!! ¡¡¡¡¡ ME SIENTO ENTUSIASMADO!!!” y
hazlo cinco veces.
Kan lo hizo así:
“Me
Siento Sano!!! Me Siento Feliz!!! ¡¡¡¡¡ ME SIENTO ENTUSIASMADO!!!”
La frase creó un buen sentimiento en Kan,
conscientemente, Sonrió.
“Me
Siento Sano!!! Me Siento Feliz!!! ¡¡¡¡¡ ME SIENTO ENTUSIASMADO!!!”
Esta vez sintió una mejora en su interior su cuerpo le
pedía
movimiento y así lo
hizo. A la par que repetía: “Me
Siento Sano!!! Me Siento Feliz!!! ¡¡¡¡¡ ME SIENTO ENTUSIASMADO!!!”
Alzó
los brazos en símbolo
de victoria moviéndolos
y mirando al cielo.
Una gran felicidad corría por Kan, inundó su corazón de amor, de Fe, creyó
totalmente en la frase y proclamó a los cuatro vientos: “Me
Siento Sano!!! Me Siento Feliz!!! ¡¡¡¡¡ ME SIENTO ENTUSIASMADO!!!”
Pensó en
su padre, en su madre, en todos aquellos a los que amaba para potenciar su
sentimiento de amor y repitió en
voz alta a la par que daba un salto: “Me Siento Sano!!! Me Siento Feliz!!! Me
SIENTO ESTUPENDAMENTE!!! ¡¡¡¡¡ ME
SIENTO ENTUSIASMADO!!!”
- Sí!!!
–
Declaró
inmensamente feliz y entusiasmado – ¡¡Es Verdad!!! “Me Siento Sano!!! Me Siento Feliz!!! Me
SIENTO ESTUPENDAMENTE!!! ¡¡¡¡¡ ME
SIENTO ENTUSIASMADO!!!”
Kan casi no podía sentarse, su mente hervía
frenéticamente,
había
comprendido que con sólo
repetir este pequeño
ritual cada media hora, aquellos sentimientos formarían parte de su ser y le otorgarían
la fama, el éxito
y todo lo que pudiera desear. También requería constancia, pero el premio lo merecía ¿Cuál
era el premio? ¡Todo
lo que desease en la vida!
- Recuerda joven Kan, – acabó el clérigo – que has de acompañar a este ritual las imágenes
de todo aquello bueno que desees, que has de erradicar la ira, el miedo y el
sufrimiento de tu alma. Simplemente cuando aparezcan, deja que se mueran, si
tienes que llorar, llora para sacarlo de ti. Pero bajo ninguna circunstancia
pronuncies jamás
una palabra pesarosa, no potencies un sólo sentimiento de miedo o de infelicidad,
pues te quedarías
atrapado entre las zarzas. Aunque estés atrapado en ellas, inunda tu alma de
sentimientos de Amor,
Amistad, Bondad, Generosidad.
“”
Piensa bien siempre de los demás,
aún
cuando todo parezca apuntar a lo contrario, piensa siempre en lo bueno… y
acertarás.
Mantén
esta filosofía
en tu vida y verás
como toda esa felicidad que vas plantando semilla a semilla, dará
unos frutos maravillosos e increíbles que te otorgarán
mayor felicidad y éxito
del que jamás
puedas haber imaginado hasta ahora.
Kan, pletórico, prometió hacerlo siempre de esta forma, prometió
seguir adelante, olvidar las palabras de los Ogros. De hecho no los escucharía
nunca más,
y si los escuchaba alguna vez, sembraría enseguida un buen puñado
de Esperanza, Fe, Amor y Bondad allí donde había caído la amargura para ser el dueño
de su destino, de su alma y de su felicidad.
Kan sabía que gracias a este secreto que hoy había
aprendido, llegaría a
ser el más
grande de los Samurais. Una total Fe inundó su corazón sobre este hecho. Y juró
sobre lo más
sagrado, que a partir de ese mismo momento, sólo cultivaría el dorado trigo de la felicidad en su
alma.
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