sábado, 5 de abril de 2014

Manual Samurai Capitulo 4: EL INCREIBLE GOLPE DEL SAMURAI

Capitulo 4:  EL INCREIBLE GOLPE DEL SAMURAI

Había pasado una semana desde que padre e hijo se abrazaran para sellar el primer paso en la madurez Samurái de Kan. La puesta en marcha de la creación de su guardia personal de Siete Samurais.

Estos siete días Kan se había pasado preguntando a todos sus amigos si querían convertirse en Samurais, pero sólo uno, su más íntimo amigo Goku se había unido a él.

El pesar de Kan era profundo, él sabía que no había nada más maravilloso en este mundo que ser un Samurái, la exquisita habilidad, la pureza de espíritu y el desahogo económico que vivían era lo que todo el mundo buscaba alcanzar. Pero parecía que el joven aprendiz de Samurái no era capaz de convencer a nadie de que el suyo era el mejor camino para alcanzar esas metas.

Así que apesadumbrado decidió preguntar a su padre. En ese momento su padre tenía un enorme ejército de Samurais, todos perfectamente entrenados. Un ejército capaz de trabajar en equipo como si de una sola persona se tratara.

Kan fue a ver a su padre Kazo y se encontró con que estaba hablando a todo su ejército. Estos estaban en formación, por columnas de Siete. El número perfecto.

Eran cientos de Samurais todos en perfecta formación. Sus limpias armaduras relucían frente al claro sol. En el mango de sus espadas katanas, envainadas en su cintura, lucían sus cargos y méritos. Adornos de oro, plata y diamantes lucían por doquier. Sus miradas seguras reflejaban una formación perfecta y años de experiencia acumulada.

La voz de su padre recorría las filas llenándolas de orgullo mientras cientos de miradas de respeto y admiración se dirigían al unísono hacia su general. La voz cálida, grave y penetrante de su padre cesó y al unísono surgió un grito de victoria de la garganta de los Samurais.

Kazo se retiró mientras Aki, el primero de su guardia personal de Siete Samurais tomaba el mando de la reunión y dejaba que el viejo Samurái descansara.

En menos de un momento, Kan sintió la mano de su padre en su hombro, señal de que tenía que estar más alerta y ser más rápido. El día que él fuera capaz de poner su mano primero en el hombro de su padre, ese día sería todo un Samurái. Mientras tanto sólo era un aprendiz.
- Padre, he fallado! pronunció por fin el joven Samurái no he podido crear mi guardia personal de Siete Samurais, no puedo alcanzar la fuerza del equipo. Sólo mi amigo Goku se ha unido a mí y sé que sólo ha sido por amistad.

- Hijo, no has fallado la mirada de Kazo comunicaba comprensión, él había pasado por lo mismo hacía mucho tiempo sólo has empezado, y todavía te falta mucho por aprender.

- Sí padre, pero yo he hablado con todos mis amigos, les he contado las maravillas que hacéis tú y tus Samurais, el espíritu de trabajo en equipo, el honor todo! y sabes lo que he conseguido? el rostro de Kan se enrojeció de vergüenza e ira Me miran con cara extraña, me dicen que eso no es posible, ¡Qué son cuentos e ilusiones de un crío! Pero yo sé que es verdad, lo he visto con mis propios ojos y hay cosas que ya sé hacer. ¿Cómo puedo convencerles padre? ¿Cómo puedo hacer que se unan a mí?

Kan guardó silencio, su padre le miró y vio en sus ojos una mirada de fe absoluta. Naturalmente Kazo, como padre suyo, podría hacer el trabajo por él, reclutar y adiestrar a esos Siete Samurais, pero entonces su hijo no aprendería. No, debía ser él mismo quien lo hiciera, y el viejo Samurái debía enseñarle el camino a su hijo igual que con cada uno de los cientos de soldados Samurais que había formado durante todos estos años.

- Hijo, con cuántas personas has hablado?

- Con muchas padre. Quince, quizás veinte.

- Y de veinte personas has conseguido que una, Goku, diera el primer paso para convertirse en Samurái?

- Sí padre pero me faltan seis.

- Pues has tenido éxito mi querido Kan, aun sin saber trabajar correctamente. Acuérdate de la historia de los pescadores de ostras, Stauros para conseguir sus siete ostras con perla necesitó pescar cien ostras. Así, para conseguir a tus Siete Samurais tendrás que hablar con más de cien personas.
- Son muchas padre sin embargo lo haré, hoy mismo lo haré!

- No debes precipitarte hijo. Si hablases todos los días con tanta gente descuidarías tus obligaciones. Lo primero que debes hacer es organizarte. Fija un horario. Reparte tu tiempo a lo largo del día. Dedica unas horas a hablar a la gente sobre las ventajas de ser Samurái, otras a practicar tus habilidades, otras a adquirir habilidades nuevas, otras a enseñar lo que sabes a tu equipo y por último acuérdate de descansar para recuperar fuerzas. A última hora del día haz un balance del día. Analiza lo que has hecho y medita sobre cómo podías haberlo hecho mejor. Y lo más importante, el último día de la semana analiza todo lo que has hecho y busca los defectos o fallos que puedas encontrar en tus actos, tu forma de actuar y de pensar. Anótalos y haz un plan de acción para remediarlos la semana siguiente. El Samurái ha de intentar ser cada vez mejor!

- Si me fijo un horario dijo pensativo el hijo podré actuar más eficientemente y me costará menos ponerme a hacer las cosas, porque la propia fuerza de la costumbre me empujará a hacer esa tarea. ¿No es así padre?

- Exacto hijo El viejo Samurái estaba muy orgulloso de su hijo, con sólo doce años ya era toda una promesa. Aprendía muy rápidamente y ponía todo de su parte para que así fuera. Sin duda algún día superaría en méritos a su padre. Ese sería el mejor regalo que Kan pudiera hacerle a su anciano padre.

- A partir de ahora me organizaré. Y me pondré pequeños objetivos que cumplir. Así cuando los alcance sabré que he actuado correctamente.
- Sabes cómo se caminan mil leguas hijo mío?

- No, eso es mucha distancia ¿Cómo?

- Pues paso a paso, mil leguas no son más que muchos pequeños pasos que unidos hacen una distancia descomunal. La única forma de recorrerla es un paso detrás de otro. Si lo hacemos así, dividiendo la distancia a recorrer en noventa días y cada día en ocho horas de camino, y cada hora en sesenta minutos descubriremos que sólo habremos de dar cinco pasos en un minuto durante tres meses para llegar a recorrer mil leguas. ¿Te parece mucho dar cinco pasos en un minuto?

- No padre! dijo riéndose el aprendiz de Samurái ¡Es muy fácil dar cinco pasos en un minuto! ¡¡¡Mira como los doy!!! Y levantándose dio cinco pasos, se dio la vuelta y dio otros cinco pasos hacia su padre Ves diez pasos en un minuto y todavía tengo tiempo para descansar!!!

- Pues de esta misma forma habrás de trabajar querido hijo, poco a poco, organizadamente y sin pausa. Hazlo así y en menos tiempo de lo que crees tendrás tu propio equipo de Siete Samurais!



CONSTRUYENDO EL TEMPLO


Había pasado otra semana desde que Kan hablase con su padre, había estado muy ocupado aprendiendo y practicando. Se había organizado todo el día minuto a minuto sin dejar de lado los tiempos de descanso y distracción.

Sólo había pasado una semana y gracias a su organización había rendido como si hubiera trabajado un mes entero sin descanso.

Se habían unido dos personas más a su equipo de aprendices de Samurai. El primero había sido un amigo de la niñez que no veía desde hacia muchos años. Enseguida se apasionó con la vida del Samurai y se unió a él.

El otro era un viejo guerrero con el que se había topado por el camino a casa una tarde lluviosa. Charlaron por el camino y cuando el nuevo amigo de Kan le preguntó que era en lo que ocupaba su tiempo. El joven Samurai le impresionó diciéndole que era parte de un inmenso equipo de Samurai. Al principio Uter "el Guerrero" se rió del joven aprendiz, diciendo que si todos los "Terribles Samurai" eran como él... pocas guerras podían ganar. Kan se sintió ofendido, pero reconoció ante el experimentado guerrero que él era sólo un aprendiz recién incorporado, y le contó algunas de las aventuras de su padre. Uter, al escuchar esto y ver la sinceridad en la mirada de Kan y la seguridad con la que contaba hazañas increíbles, decidió que como poco tenía que darse la oportunidad de probar. Ya era un hombre maduro, y le parecía irrisorio estar a las ordenes de un niño de doce años... sin embargo calculó que con que aprendiera sólo la mitad de las hazañas que le relataba Kan, la cosa merecería la pena.

Ahora Kan tenía una responsabilidad mucho mayor, tenía a tres personas a las que enseñar. Empezó repitiendo palabra por palabra lo que había aprendido en los últimos días a cada uno de los miembros de su pequeño equipo.

A continuación, entusiasmado fue a ver a su padre para preguntarle lo que debía hacer.


- Hijo - Le contestó el General de generales - debes empezar a construir tu templo.

Kan le miró extrañado.

- Sí hijo, debes construir un gran templo que refleje tu sabiduría y tu poder. Pero primero has de aprender a construirlo.

- Kazo sentó a su hijo en sus rodillas

- Hace tres lunas que has cogido una pala y te has puesto a escarbar tú solo en la dura tierra...

Kan no salía del asombro ante las palabras de su padre, el no había cogido ninguna pala y menos escarbado. Esperaba que no se le hubiera pasado ninguna importante obligación por alto!

- ...Te has puesto a escarbar porque lo primero que hay que hacer antes de construir un templo es crear los cimientos.

- La cara del viejo Samurai reflejaba un amor que reconfortaba a su hijo y le incitaba a escuchar atentamente - en estas dos últimas semanas se han unido a ti un total de tres personas que hasta el momento te han animado a escarbar mejor y más rápido. Sin embargo, lo que necesitas es que esas personas te ayuden a escarbar unos cimientos sólidos y profundos. Para que así tu templo sea fuerte y resistente frente a los elementos. Si ellos no te ayudan, tú sólo lograrás crear un pequeño agujero en la tierra sobre el que construir una débil sombra de un templo, una sombra que se derrumbará en cuanto soplen los primeros vientos.

En la mente de Kan iba empezando a brillar la llama de la comprensión y el entendimiento.

- Para que tu templo sea resistente no sólo han de ser de primera calidad sus materiales, sino que también sus cimientos han de ser sólidos y estar fijados sobre la dura roca que se encuentra a muchos metros enterrada en la tierra. - La grave voz del Samurai penetraba en la imaginación de su hijo creando imágenes de él y sus Samurai escarbando sonrientes y en equipo en la tierra, poco a poco pero cada vez más rápido - Para ellos necesitas a mucha más gente que tú y tu guardia personal de tres personas, incluso que una guardia personal completa de Siete Samurai. Necesitas que toda una tropa te ayude a escarbar los cimientos de tu templo. Necesitas llegar a la dura y sólida roca "madre" para que tu templo sea lo más sólido posible.

Kan estaba asustado, su mirada se perdía por toda la habitación, ¡una tropa entera!

- Padre, ¿Cómo puedo reclutar y formar a una tropa entera? ¡Yo solo no puedo!

- Hijo, recuerda... no estás solo, ahora cuentas con tu tropa personal para que te ayude. ¿No les has enseñado todo lo que sabes?

- Sí Padre, día a día.

- Entonces... que les impide a ellos hacer lo mismo que tú haces...

- ¿Hacer qué padre?

- ... enseñar a otros nuevos Samurai!

- Pero... entonces... ya no serían mi escolta personal, tendrían su propia escolta personal y... ¡Claro! ¡Seríamos toda una tropa!

- Exacto, tu debes encontrar a tus Siete Samurai, ahora tienes tres aprendices que quizás no se conviertan en Samurai, sin embargo puede ser que sí se conviertan en verdaderos Samurai mientras enseñan a otros a convertirse en Samurai. - El viejo Samurai sacó una moneda de su bolsa y la puso en el centro de la mesa. - Esta moneda eres tú hijo mío. - Ahora cuentas con tres personas más. - tomó otras tres monedas y las dispuso en círculo, dejando a la moneda que representaba a Kan en el medio. - Formáis un equipo de 4 personas, pero si cada uno de tus tres aprendices de Samurai tomara a otros tres aprendices a su cargo y les enseñara... - Kazo tomó nueve monedas más y las dispuso en un círculo más amplio alrededor del existente. - Entonces ya seríais un equipo de 13 personas. - Kan miraba con curiosidad las monedas - ¿No son más poderosas 13 personas que 4?

- Sí Padre, creo que lo entiendo.

- Ahora mira lo que pasa si en vez de tres aprendices cuentas con Siete Samurai - Kan sacó ocho monedas de su bolsa, dispuso una en el medio, apartada del grupo de 13 monedas y dispuso las otras Siete formando un círculo alrededor de la central - Este del medio serás tú, hijo mío, cuando seas un verdadero Samurai y estas monedas representan a tus Siete Samurai - Kazo resaltó este hecho - Este es el equipo perfecto, por el que todos hemos de luchar para alcanzar.

- ¿Por qué Padre? - Preguntó intrigado Kan.

- Siete hijo mío es el número perfecto, sobre todo para los equipos. Si un equipo es mayor de Siete, es muy difícil de controlar y de formar, es difuso como el aire pues siempre hay partidismos. Y si es menor de Siete, siempre está incompleto, nunca existirá verdadera unión y camaradería porque si uno sólo falta, el equipo es débil.

Sin embargo! Si existe un equipo de Siete Samurai todos están unidos, los lazos de camaradería y la amistad se hacen casi irrompibles y su trabajo en equipo es perfecto. Ya lo decían los antiguos... ¡SIETE SAMURAI PUEDEN MOVER EL MUNDO!

manual


Kan reflexionó sobre las palabras de su padre, era cierto su equipo de tres personas era muy débil, no existía verdadera camaradería y pasión en los asuntos que trataban y si fueran demasiados, veinte o más sería un caos intentar enseñar algo a todos. Sin embargo un equipo de 7 personas sería perfecto, estarían unidos como un grupo de amigos mientras trabajan, y serían fuertes ante cualquier ataque.

- Ahora imagínate que cada uno de tus Siete Samurai adiestra a su propia guardia personal de Siete Samurai - Kan extrajo un gran puñado de monedas y las fue colocando una a una en una sobre la mesa, alrededor de las Siete monedas que representaban a los Siete Samurai de Kan - Todas estas personas serían también parte de tu equipo, y cada uno de tus Samurai sería el capitán que dirige su propio equipo... ¿Cuántas personas hay ahora en tu tropa Kan? - Dijo señalando el enorme círculo de monedas.

- Son 57 personas Padre ¡Toda una tropa!

- Exacto, una tropa dividida en 49 soldados, 7 capitanes y un pequeño general... tú.

Kazo hizo una pausa para que todos esos números entraran en la cabeza de su joven hijo Kan. La diferencia saltaba a la vista. El pequeño círculo con 13 personas y el gran círculo de 57 samurai, un número que ya representaba poder y fortaleza.

- Esta Kan, es la tropa que necesitas para hacer los cimientos de tu templo... - El viejo Samurai miró con ternura a su hijo, debía entender bien esta importante lección si quería ser un verdadero Samurai en un futuro cercano... si no lo consigues tu templo será frágil como una hormiga. Sin embargo cuando lo consigas... tu templo será tan sólido como la roca, y ningún huracán será capaz de doblegarlo.

Kan miró pensativo los dos montones de monedas, desde el primer día se había jurado a sí mismo y a su padre que trabajaría para convertirse en un verdadero Samurai, y ahora que entendía la importancia de la lección que le acababa de dar su padre... ¡Tenía que ponerse en acción!

- Padre! debo dejarte, tengo que llamar a todos mis Samurai para contarles lo que tú me has explicado. ¡Quiero formar el templo más sólido del mundo! - Y de un salto marchó corriendo a ponerse en acción!



Su padre le siguió con la mirada pensando que pronto, muy pronto su hijo le habría superado... y ese pensamiento le llenó de orgullo el corazón.


Manual Samurai Capitulo 5: EL SEMBRADOR


No hay comentarios:

Publicar un comentario